Un sábado atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: "Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?" El les respondió: "¿No habéis leído nunca lo que hizo David cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros". Y añadió: "El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado".
"Seguimos asistiendo al asombro que produce la actitud de Jesús en sus contemporáneos. Acostumbrados a hacer siempre lo mismo, en la calle, en la familia, en la sinagoga, la libertad de Jesús les parecía libertinaje. No podían creer lo que veían.
Jesús sabe siempre poner en primer lugar las necesidades de las personas con las que se encuentra. Y cuando hay hambre, se come. Lo hizo con las multitudes que le seguían, multiplicando los panes y los peces. Y permitió que los Discípulos hicieran lo que no estaba permitido.
Los que “somos de Misa”, los que estamos cerca de la Iglesia, solemos mirar con desconfianza las prácticas que no encajan en lo que siempre se ha hecho. Puede ser nuestra dificultad, cuando nos enfrentamos a los nuevos aires que el Espíritu va suscitando. Después del Concilio Vaticano II, se han abierto muchas posibilidades para vivir la fe, dentro de la Santa Madre Iglesia. Es bueno dar gracias por los diversos dones y carismas que conviven a nuestro lado. No todos, quizá, encajen con nuestra espiritualidad, con nuestra experiencia o con nuestros gustos. Lo principal es caer en la cuenta de que esas formas de vivir la fe ayudan a alguien a ser santo, o lo que es lo mismo, a ser feliz. Y si la iglesia las reconoce, “adelante con los faroles”.
“El sábado para el hombre y no el hombre para el sábado” no puede ser una excusa para hacer lo que queramos. Hay normas que realmente nos ayudan a ser mejores. Por eso siempre debemos tener en cuenta la dignidad de la persona. Todo lo que respeta o desarrolla la dignidad de cada ser humano podemos y debemos aceptarlo. Para eso existe el Magisterio de la Iglesia, que nos va orientando por el buen camino.
“Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.” En la primera lectura se nos recuerda que los criterios de Dios no son nuestros criterios. Es buen tenerlo en cuenta, cuando pensemos en nuestra opción de vida. No hay que ser el más alto o el más guapo o el más fuerte para ser seguidor de Cristo. Basta con creer que Dios ve todo lo bueno que hay en ti. Y confiar en Él. Atrévete a seguirle.
Comienza hoy la semana de la oración por la unidad de los cristianos. Vamos hacia los mil años de división con los ortodoxos. Con los luteranos, hemos “celebrado” ya los quinientos años. Recemos para que podamos dar un testimonio creíble al mundo."
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F. (Ciudad Redonda)
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