Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Empezamos el Tiempo Ordinario. Y lo hacemos viendo como Jesús llama a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan. Los llama, y también a nosotros, a ser pescadores de hombres. Nos llama a creer y a anunciar la Buena Noticia, el Evangelio. Esta es la misión de todo cristiano.
"Llama la atención que la misión de Jesús comience en Galilea; sin embargo, se entiende que un lugar tan productivo y próspero sea escenario de injusticia social. Sus habitantes sufren mucha opresión, marginación y empobrecimiento por parte de las autoridades y terratenientes, amparados en leyes y costumbres, en su mayoría, inhumanas. En ese sentido podemos decir que hay muchas “Galileas” que atender en este mundo, y que la mejor manera de hacerlo es viviendo la llamada de Jesús –como la de los apóstoles–, erradicando cualquier tipo de discriminación, por ejemplo, como la que nos recuerda I Samuel, a propósito de la esterilidad de Ana, condición considerada, para la mentalidad hebrea, castigo de Dios. Si bien, a lo largo de la historia se han ido superando muchas situaciones, también es cierto que no se termina de incidir en la raíz de tanta maldad. La presencia de Dios nos invita a sentir la realidad de manera entrañable, respondiendo al sufrimiento con acciones concretas. ¿Cómo puedes convertirte en pescador de humanidad?" (Koinonía)
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