En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos."
Jesús señala claramente cuales son los signos de sus seguidores: luchar contra el mal y vencerlo, sanar a los enfermos. Sé que me repito y me hago pesado.; pero anunciar la Buena nueva, el Evangelio, no es cuestión de palabras sino de actos. Ser cristiano no es solamente rezar, ir a misa, creer una doctrina; es hacer y luchar por el bien de la humanidad.
"En ocasiones, en ambientes eclesiales, sociales o políticos, por ejemplo, pensamos que hacemos bien siendo fieles a las instrucciones que dictan personas con autoridad, como sucedió a Pablo previo a su encuentro transformador con Jesús. Toda persona que tenga este encuentro con Jesús y su causa, quizás viva una especie de sacudida que cuestione su proceder. En ocasiones, sin darnos cuenta, actuamos por imitación, por costumbre o distracción sin realmente pensar si nuestra conducta daña o afecta a quienes nos rodean. Quizás adoptemos comportamientos para auto defendernos y subsistir, pero la vida siempre estará llamada a la relacionalidad pura sin miedos y complejos. La vida nunca será una línea continua sin dificultades; para un creyente los momentos de crisis serán el tiempo de purificar y reorientar la caminada. Se requiere una constante actitud de “metanoia” (conversión desde dentro), para descubrir el querer de Dios. ¿Qué haces en las crisis? ¿Te aferras, sin más, a tus seguridades o te abres a la acción de Dios? ¡Confía! ¡Él te acompaña!" (Koinonía)
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