En aquel momento, se acercaron los discípulos de Jesús y le preguntaron: ¿Quien es el más importante en el reino de los cielos?
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños."
"Mateo ofrece un modelo narrativo e interpretativo –invitándonos a «ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas» (10,16)– para apropiarnos del sentido existencial y ético de la Buena Nueva de Jesús: ser como niños y niñas. En el fondo, la intención del evangelista es que la comunidad establezca una relación de confianza con Dios y un actuar orientado, en primer lugar, por la mansedumbre que apueste por el establecimiento de relaciones justas y pacíficas; y, en segundo lugar, por la humildad que nos conduce al reconocimiento mutuo y a un aprecio por la vida que supera la materialidad. Estas dos actitudes se convierten en el presupuesto de entrada a la dinámica del Reino de Dios que conduce y configura la vida de toda persona y comunidad creyentes. En definitiva, el texto nos invita a no caer en la traición estructural de la confianza en nosotros mismos, en las demás personas y en el mismo Dios. ¿Has tenido la experiencia de desvivirte por alguien desinteresadamente? " (Koinonía)
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