Después que sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaron a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento les era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua". El le dijo: "Ven". Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame". En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios". Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.
Nuestra barca se ve muchas veces asaltada por las olas, y, cuando Jesús se acerca a echarnos una mano, no lo reconocemos. Nos falta Fe. Como Pedro pedimos señales y nos hundimos. Jesús está más cerca de nosotros de lo que creemos. Pero cuando nos acercamos a Él, ante las dificultades, tenemos miedo. Pidamos confianza al Señor en nuestra oración.
"¿Fue Pedro un insensato al aventurarse en las aguas, mientras Jesús se acercaba de todos modos a la barca? ¿No eran los otros discípulos más prudentes, prácticos y sensatos? Las únicas respuestas que se me ocurren son las de San Pablo sobre la necedad de la cruz frente a la sabiduría del mundo (cf. 1 Cor 1,18; 3,19) y la santa locura del enamorado que anda por ahí buscando a la amada en el Cantar de los Cantares. A pesar de todos sus defectos, no se puede negar que Pedro amaba al Señor. Y cuando el amor cobra vida y el corazón se dirige al Amado, ¿puede el cuerpo contenerse? Una aventura así prepara a Pedro para una experiencia única con el Señor, una experiencia que se les negó a los otros discípulos debido a su enfoque de "seguridad primero". Y Pedro volvería a saltar de la barca, esta vez sin dudas ni cuidado de ahogarse, cuando el Señor resucitado viene de visita (cf. Jn 21,7)." (Ciudad Redonda)
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