miércoles, 10 de agosto de 2022

ENTREGARSE PARA DAR FRUTO





 —«Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará».


Entregarse es morir a nuestros caprichos para dar fruto. Es seguir el camino de Jesús, que dió su vida por nosotros. No se trata de sufrir por sufrir. Se trata de entregarse a los demás como hizo Jesús.
"La imagen del grano de trigo que cae y muere en tierra subraya la densidad del morir como una forma de asumir la vida con sus posibilidades, angustias y pérdidas; de fusionarse con las fuentes originarias de la vida que renace para dar frutos. Bella y desafiadamente lo expresa el poeta venezolano Armando Rojas Guardia: “hemos sido creados para la alegría; esta es ontológicamente anterior al dolor y superior a él. Pero el camino de la alegría, en virtud de que somos finitos (y por lo tanto imperfectos, o mejor, procesualmente perfectibles), implica momentos de dolor”. La invitación Jesús de Nazaret a la comunidad eclesial es a sobreponerse al riesgo de la banalidad de un vivir demasiado volcado a la superficialidad (levedad del ser y el actuar) sin comprometerse a la transformación de la realidad. Orientarnos hacia la voluntad divina posibilita discernir y extraer de las crisis la savia existencial que permite recuperar la capacidad de dolencia y la conexión con la compasión interhumana. ¡Que tu sufrimiento sea redentor!  " (Koinonía)

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