En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Hoy celebramos el martirio de Juan. Todos los profetas han chocado con el poder. Se ha de ser valiente, como lo fueron ellos, para decir la verdad sin temos a las represalias. Hoy sigue muriendo gente en todo el mundo por proclamar la verdad sin tapujos. Nosotros preferimos decir medias verdades que nos permiten nadar y guardar la ropa. Por eso no somo profetas.
"La muerte de Juan El Bautista no se entiende más que en la trama de las relaciones injustas y las frustraciones del poder político y religioso opresor y perverso. Se perciben en el entramado narrativo del texto las patologías de la estructura totalitaria y piramidal del siglo I, tan actuales y diversificadas entrado el primer cuarto del siglo XXI. Convendría evocar, en tiempos de populismos, fanatismos y totalitarismos de aparente “democracia”, una frase lapidaria de Voltaire: “Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”. O como afirmaba Tagore: “La verdad no está de parte de quien grite más”. Aunque los fanatismos con sus gritos traten de gangrenar nuestro cerebro, el mejor antídoto es regresar a aquella sabiduría de seguir buscando la verdad antes que tenerla. El asesinato de los profetas de nuestro tiempo tiene nombre: “vergüenza política”. Todo poder que no quiere rebajarse busca siempre la manera de reafirmarse por la vía de la violencia. ¡Oremos por la soberanía de nuestros pueblos! " (Koinonía)
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