En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará."
"Nos encontramos con una gran paradoja: ayer era el gozo de la vida y hoy es persecución y muerte. Parece que hubiese corrido el tiempo vertiginosamente; dura realidad de la vida ha sido proclamar en público al Mesías, al Salvador, al Resucitado y es que, a su paso, sigue generando división, contradicción y confrontaciones en todo los estamentos gubernamentales y familiares, que manejan una lógica perversa de gobiernos imperiales y dictaduras que pareciera de nunca acabar hasta nuestros días. A esto agregamos el fanatismo de una monoculturalidad religiosa. El anuncio de la Buena Nueva provoca rupturas en lo político, económico, religioso y cultural, ya que en ella subyace el compromiso social que dignifica, humaniza y visibiliza a todo ser que está descalificado, incluyendo la madre tierra tan maltratada. Por eso, comprometerse con la Buena Noticia trae sus riesgos y tiene consecuencias: hasta dar la vida, aun cuando se incluya el perdón para los victimarios, como lo hizo Jesús y posteriormente el primer mártir cristiano, Esteban y las /los evangelizadores que queremos resistir siendo parte de la viña del Señor." (Koinonía)
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