Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
Cuando escuchamos la llamada del Señor, como María, debemos ponernos en camino. Dios nos llama a actuar; no a quedarnos cerrados en nosotros mismos, ensimismados. La primera idea de María fue asistir a Isabel. Dios nos llama siempre a darnos a los demás. No podemos esperar. Se trata de ponerse en camino.
"El texto de Lucas nos ofrece una imagen bellísima: el encuentro de María con su prima Isabel, según la tradición, en el pequeño pueblo de Ain Karem. El Adviento está marcado por los encuentros generadores de vida y esperanza. María no se quedó ensimismada tras la gran noticia que le dio el ángel, ni replegada en la auto-referencialidad. Ella «se puso en camino» porque se comprendió colaboradora del proyecto humanizador de Dios. En este lugar alejado de todo centro de poder se encuentran dos mujeres que han sido visitadas por Dios y llamadas a formar parte del proyecto de Salvación. Podemos imaginar el abrazo efusivo con que se saludarían; ambas se saben portadoras de vida y esperanza nuevas; irrumpe en ambas la gratitud porque Dios ha obrado en ellas. Hoy somos invitados a entrar en ese espacio de gratuidad que nos ofrecen estas dos mujeres porque la vida que Dios ofrece se manifiesta en lo humilde. ¿Cómo podemos ser agradecidos con Dios y con la vida? " (Koinonía)
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