En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado."
Juan era luz, pero la verdadera Luz es Jesús que nos muestra al Padre. Nosotros, si queremos ser sus seguidores, también debemos ser luz para los demás. Ayudar al mundo a encontrar al Padre. Y esto se hace amando, sirviendo, entregándose.
"El Adviento se desarrolla entre esa sorprendente variedad de anuncios proféticos, tan interpelantes como necesarios, con la fuerza de la denuncia evangélica. Esto nos mueve más allá de nuestra vivencia religiosa y nos hace descubrir cómo Dios está presente en la vida y la historia. El Profeta Isaías nos recuerda la necesidad de observar el derecho y practicar la justicia. Para permanecer fieles a la alianza con Dios, necesitamos comprometernos en la defensa y el cuidado de la vida. Hoy Jesús se refiere a Juan el Bautista como «lámpara que ardía y alumbraba» la vida de su pueblo. ¡Cuántas situaciones en nuestro mundo necesitan ser iluminadas por esa luz nueva de nuestro testimonio! Como discípulos y misioneros de Jesús, estamos llamados a ser reflejo de esa luz que vence hasta la más densa tiniebla. El Adviento nos anima con la esperanza profética y nos pone en guardia con la promesa del Señor que está por llegar. Pidamos al Espíritu su gracia para ser luz y testimonio. " (koinonía)
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