En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: "¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?" Jesús les replicó: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan."
Debemos abrir los brazos a todo el mundo. Tenemos el peligro de crear "clubs particulares" y Jesús nos envía a anunciarle a todos, sobre todo a los que no lo conocen. Los que están más alejados son los que más necesitan que vayamos a ellos. El papa Francisco lo llama salir a las fronteras, a la periferia. Es lo que hacía Jesús.
"Jesús irrumpe en la vida de Leví y lo invita al seguimiento. Consideremos que el trabajo de recaudación era una posición servil que no debía dejar muy contento a Leví. La llamada oportuna de Jesús lo invitó a dejar atrás esa vida que se convertía para él en fuente de insatisfacción. Dejando atrás las prácticas y actitudes egoístas, dispone el corazón para compartir en alegría y sencillez. La vocación de Leví nos recuerda que toda vida es valiosa y sagrada para Dios por más mala reputación que tenga. En las comunidades de fe siempre debemos posibilitar los espacios para la reconciliación, evitando a toda costa las miradas condenatorias y excluyentes. Si la compasión es uno de los rasgos que mejor acompañan a Jesús en su ministerio, esa actitud entrañable ha de ser el distintivo del discipulado. Recordemos que la Iglesia está invitada a ser una respuesta oportuna que dé consuelo y esperanza a quienes lo necesitan. ¿Cómo viven la compasión y la inclusión en tu comunidad? ¡Cuaresma es tiempo oportuno para nuevos comienzos!" (Koinonía)
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