En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: "¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación." Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
Nuestra generación también pide signos para creer en Dios. No nos damos cuenta de que los signos son los otros. Dios escondido en los que sufren, en los perseguidos. Dios al que echamos de su casa porque no puede pagar. Dios que se ahoga en el Mediterráneo en busca de una vida mejor...Pero nosotros seguimos pidiendo signos.
"Algo de lo que le pasaba a la generación de Jesús es lo que nos pasa hoy frente al cambio climático, las alertas de enfermedades y lo acontecido con la Pandemia del Coronavirus. No creemos que estas son ya avisos o señales de que se hace necesario generar cambios importantes en nuestra vida. Jesús vivió una especie de decepción y rabia con aquellos grupos que le pedían una señal del cielo para poder creer. El proyecto del Reino proponía nuevas formas de proceder y relacionarse, pero les costaba dejar su vida acomodada e instalada. Si no atendemos a esos avisos que nos hace nuestra propia corporalidad y no generamos cambios en el modo de conducirnos por la vida, no dudemos de que por nuestra manera irresponsable e inconsciente de proceder la factura que se nos pasará será impagable. Profundiza en tu relación con Dios y descubrirás que siempre hay alternativas para saber vivir mejor y en paz con quienes te rodean, en armonía con todo lo creado." (Koinonía)
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