En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", esto es: "Ábrete". Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos."
Estamos sordos y casi mudos ante las injusticias del mundo. Si seguimos de verdad a Jesús, se nos abrirán los oídos y se nos soltará la lengua. Si no somos capaces de escuchar los lamentos de los hombres y no sabemos denunciar las injusticias, es que no seguimos de verdad a Jesús.
"Leía hace poco en las noticias que uno de los hombres más adinerados del mundo había aumentado su riqueza en medio de la pandemia de Covid 19. Mientras que la pandemia dejó a miles de personas sin trabajo, sin asistencia médica digna y sin familia, este millonario tomaba champagne en un viaje que se auspició él mismo al espacio. El poder y la riqueza que ostenta debe parecerse a la idea de un ser humano que aspira a ser como dios. Hoy vemos muchas personas que buscan endiosarse poniéndose por encima de sus hermanas y hermanos. Busquemos, más bien, ser como Jesús practicando la compasión, la justicia y la solidaridad, atributos reales del Dios de la Creación. Sigamos el ejemplo de Jesús que no sólo sintió lastima, sino que se compadeció hasta tocar el dolor, liberando muchos corazones, permitiéndoles caminar con dignidad. Qué nuestros silencios no se conviertan en complicidad frente a tantas injusticias; que tengamos palabra y presencia para quien necesite de nuestra ayuda." (Koinonía)
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