sábado, 10 de junio de 2023

LA ENTREGA DE LOS HUMILDES



 Jesús decía en su enseñanza: Guardaos de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en la calle. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes, y so pretexto de hacer largas oraciones devoran las casas de las viudas. ¡Esos recibirán mayor castigo!
 Jesús, sentado en una ocasión frente a las arcas de las ofrendas, miraba cómo la gente echaba dinero en ellas. Muchos ricos echaban mucho dinero, pero en esto llegó una viuda pobre que echó en una de las arcas dos monedas de cobre de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Os aseguro que esta viuda pobre ha dado más que ninguno de los que echan dinero en el arca; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para su sustento.

Orgullo y humildad. Hacer las cosas para que nos vean, para que nos consideren, para triunfar, o hacerlas dándonos totalmente y sin llamar la atención. La verdadera generosidad es dar sin esperar nada a cambio. Es lo que hace la viuda en el evangelio de hoy. Damos, mirando que no afecte a lo que tenemos. La viuda da todo lo que tiene; aunque se quede sin nada. Ese es el camino que debemos seguir. La entrega total.

"¿Con qué intención hacemos las cosas? ¿Cómo miramos todo lo que pasa a nuestro alrededor? Dos preguntas para hacernos siempre. En los primeros momentos de la vocación religiosa, las preguntas sobre las motivaciones son frecuentes. Porque a veces queremos servir a Dios, pero en realidad nos gusta estar siempre en la primera línea de fuego, donde todos nos puedan ver. Y nos gusta sentirnos “elegidos” por Él, para hacer grandes cosas. Y se nos olvida que somos elegidos para servir, para hablar de Dios y que hablen de Dios, y no de nosotros.
Tenemos que aprender a mirar como miraba Jesús. Mirando las cosas desde el punto de vista de Dios. Cambiar la forma de ver el mundo. En Rusia a menudo, para poner una velita, las abuelas dejan unas monedillas. Centimitos. Me viene bien para ir a la compra, las cajeras se alegran mucho. Seguro que esas abuelitas dan de lo poco que tienen. Y lo hacen para rezar por sus seres queridos, por sus difuntos, pero siempre con mucha fe. No me resulta difícil ver en esas abuelas a la viuda del Evangelio. Y admiro su fe y su confianza en la providencia.
Quisiera vivir así, siempre pensando en Dios en las cosas que hago, haciendo las cosas para Él. Y viendo en las pequeñas cosas de cada día el paso de Dios. Prestando atención a la gente sencilla, pobre, que vive compartiendo lo que tiene. Y lo deseo para todos vosotros." (Ciudad Redonda)

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