jueves, 21 de noviembre de 2024

LAS LÁGRIMAS DE JESÚS



 Cuando llegó cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, lloró por ella y dijo: “¡Si entendieras siquiera en este día lo que puede darte paz!... Pero ahora eso te está oculto y no puedes verlo. Pues van a venir días malos para ti, en los que tus enemigos te cercarán con barricadas, te sitiarán, te atacarán por todas partes y te destruirán por completo. Matarán a tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no reconociste el momento en que Dios vino a salvarte.

¿Llora hoy Jesús? Lo hizo ante Jerusalem porque no sabían encontrar aquello que realmente proporciona la paz. Lo hizo viendo el futuro de dispersión que le esperaba. Seguramente llora hoy ante nuestra sociedad desorientada. Una sociedad en la que prevalecen los ambiciosos. Una sociedad violenta y opresiva. Una sociedad que busca la felicidad en el tener y en el poder. Una sociedad en que la palabra Amor carece de sentido. Una sociedad cada vez más lejos de la paz.
La pregunta también debemos hacérnosla personalmente. ¿Realmente buscamos la paz, sabemos amar o lo basamos todo en el dinero, el poder y el placer?

miércoles, 20 de noviembre de 2024

PRODUCIR FRUTO


 
La gente escuchaba estas cosas que decía Jesús. Y él les contó una parábola, porque ya se encontraba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios estaba a punto de manifestarse. Les dijo: Un hombre de la nobleza se fue lejos, a otro país, para ser hecho rey y regresar. Antes de partir llamó a diez de sus criados, entregó a cada uno una gran suma de dinero y les dijo: ‘Negociad con este dinero hasta que yo vuelva.’ Pero las gentes de su país le odiaban, y enviaron tras él una comisión con el encargo de decir: ‘No queremos que este hombre sea nuestro rey.’
Pero él fue hecho rey. A su vuelta, mandó llamar a aquellos criados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: ‘Señor, tu dinero ha producido diez veces más.’ El rey le contestó: ‘Muy bien, eres un buen administrador. Y como has sido fiel en lo poco, te hago gobernador de diez ciudades.’ Se presentó otro y dijo: ‘Señor, tu dinero ha producido cinco veces más.’ También a este le contestó: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades.’
Pero se presentó otro, que dijo: ‘Señor, aquí está tu dinero. Lo guardé en un pañuelo, pues tuve miedo de ti, porque eres un hombre duro que recoges lo que no pusiste y cosechas donde no sembraste.’ Entonces le dijo el rey: ‘Tú eres un mal administrador, y por tus propias palabras te juzgo. Puesto que sabías que yo soy un hombre duro, que recojo lo que no puse y cosecho donde no sembré, ¿por qué no llevaste mi dinero al banco para, a mi regreso, devolvérmelo junto con los intereses?’ Y ordenó a los que estaban allí: ‘Quitadle el dinero y dádselo al que ganó diez veces más.’ Ellos le dijeron: ‘Señor, ¡pero si este ya tiene diez veces más!’ El rey contestó: ‘Os digo que al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y en cuanto a mis enemigos, a esos que no querían tenerme por rey, traedlos acá y matadlos en mi presencia.’ 
Dicho esto, Jesús siguió su viaje a Jerusalén.

"De camino a Jerusalén, Jesús cuenta a los que van con él una historia de un rey que se va de viaje y deja encargados de sus negocios a unos cuantos de sus siervos/ministros. Espero que ellos cuiden el reino e incrementen sus riquezas mientras que él se ocupa de sus asuntos. Algunos lo hacen pero otros/otro deciden no hacer nada productivo al servicio del rey. Además, a la mitad y al final de la historia se hace una alusión a los que no querían que el rey volviese. También para ellos hay un castigo ejemplar. Porque el rey vuelve con su título real y ejerce como rey.
Dice el evangelio que Jesús cuenta la historia porque algunos pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento para otro. Pero resulta que no. El rey de la historia se va de viaje pero no dice exactamente cuándo va a volver. Su llegada no se anuncia y encuentra desprevenidos a los siervos y a los miembros de la oposición.
Así estamos nosotros ahora en este tiempo intermedio. Esperamos la llegada del Reino pero todavía no ha llegado. Los tesoros están en nuestras manos. Ahora somos los responsables de ir construyendo el Reino, de incrementar sus riquezas. Lo último que podemos hacer es considerarnos los dueños del corral y hacernos a nosotros mismos los reyes. Sería un gran error. No está el Evangelio a nuestro servicio sino nosotros al servicio del Evangelio. No estamos para discutir teorías ni perdernos en asuntos nimios (si hay que poner dos o tres velas en el altar, si hay que comulgar en la boca o en la mano…) sino para ponernos todos al servicio de la buena nueva, para anunciar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la buena nueva de la salvación, la noticia de que el amor de Dios es más grande que todo lo que podamos imaginar, que rompe todas las barreras, que no pone condiciones, que lo mejor que podemos hacer es amar y servirnos unos a otros, especialmente a los más pobres, marginados, abandonados, pecadores. Porque eso fue lo que hizo Jesús. Porque esa es la única manera de anunciar el Reino.
Sólo así lograremos ir construyendo el Reino y tenerlo todo preparado para cuando vuelva el Rey. Ahora es nuestro tiempo. Ahora es nuestra responsabilidad."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 19 de noviembre de 2024

LO QUE ESTABA PERDIDO

 


Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al cual tenía que pasar Jesús. Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
– Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa.
Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor:
– Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
– Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

La última frase del evangelio de hoy nos dice: el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Y Jesús lo hace sin amenazar, sin criticar...No juzga a Zaqueo como hacen los otros y se acerca a él y lo llama. Ir a su casa, comer con él y con sus amigos, amarlo, es lo que hace que Zaqueo se convierta.
Dos lecciones. La primera, la de dejarnos encontrar por Jesús, salir a su encuentro, y dejarlo entrar en nuestra casa. La segunda, siguiendo el ejemplo de Jesús, es con el Amor que lograremos que los demás sean mejores. Las críticas, los "sermones", alejan todavía más del camino a las personas.

" (...) El Evangelio habla también de una conversión. Pero la narración tiene otra música y otro ritmo. No hay ninguna amenaza. Ni siquiera una llamada al arrepentimiento. Todo es muy simple. Jesús pasa y se autoinvita a comer y alojarse en casa del pecador. No hay ninguna palabra de Jesús invitando al cambio de vida. Simplemente comparten la mesa y la vida durante un tiempo. No tenemos idea de lo que hablaron durante aquella comida. Casi seguro que empezarían comentando lo duro que había sido el camino para Jesús, seguirían por lo buena que estaba la comida y lo bien que entraba un poco de vino fresco para el que viene sediento de una jornada de caminar. Pero también es casi seguro que, como sucede tantas veces en torno a la mesa, seguirían hablando de mayores profundidades, poniendo en la mesa las cosas de la vida y del querer, las penas, las frustraciones, las esperanzas. Casi seguro que fue esa conversación la que provocó el cambio en Zaqueo, la que le ayudó a comprender que otra vida era posible, más feliz, más digna, más honesta, más fraterna.
Imagino esa cena y me acuerdo de la letra de una canción de mi juventud. Su estribillo decía algo así como: “Dios, esta noche cenaremos juntos / Habrá buen vino y estará en la mesa / Lo más querido de mi vida entera / Y algún recuerdo que golpeó a mi puerta.” (la letra entera la pueden encontrar, ¡cómo no!, en internet poniendo solo “Dios a la una” en el buscador que usen).
Quizá nos convenga a cada uno de nosotros también sentarnos a cenar tranquilamente para contarnos nuestra vida, para escuchar y compartir nuestras razones y las razones de Dios. En una de esas lo mismo terminamos tomando también decisiones parecidas a las de Zaqueo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 18 de noviembre de 2024

VER

 


Se encontraba Jesús ya cerca de Jericó. Un ciego que estaba sentado junto al camino, pidiendo limosna, al oir que pasaba mucha gente preguntó qué sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí, y él gritó:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
 Los que iban delante le reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía más:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego contestó:
– Señor, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– ¡Recóbrala! Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo momento recobró el ciego la vista, y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto alababa también a Dios.

Nosotros creemos ver. Pero, ¿vemos de verdad? Si realmente nuestra visión es correcta, ¿cómo es que nos quedamos impertérritos ante los ahogados en el mar, ante los muertos de las guerras, ante los destrozos de los fenómenos naturales?¿Cómo es que nos quedamos indiferentes ante los injustamente perseguidos, la pobreza de muchos, los abusos de los grandes poderes?
Como el ciego al lado del camino debemos pedir que queremos ver. Nuestra ceguera es peor que la física. Es la ceguera del corazón. 
Señor, queremos ver.


domingo, 17 de noviembre de 2024

SIEMPRE CON ESPERANZA

 


Pero en aquellos días, pasado el tiempo de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotar las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.

Sigue Jesús con el lenguaje apocalíptico, anunciando el fin de los tiempos. Pero Él nos invita a la esperanza. El final es su venida. El final es la reunión de todos con Él. Nos invita a estar atentos, a saber leer los signos de los tiempos. Como ya nos ha dicho otras veces, debemos estar vigilantes, a punto, porque no sabemos ni el día ni la hora.

" (...) Caigamos en la cuenta de que el mensaje del Evangelio nunca es catastrofista. Incluso cuando habla de catástrofes, hay sitio para la esperanza.  “Cuando comience a suceder todo esto, enderezaos y levantad la cabeza, porque ha llegado el día de vuestra liberación” (Lc 21,28). Aunque todo parezca mal, aunque haya mucha violencia en el mundo, mientras que el no creyente se rinde, porque la desesperación no le deja ver la salida, nosotros, los creyentes, podemos permanecer firme en medio de la prueba, sabiendo que, en todo lo que sucede, se puede entrever el preludio de un acontecimiento feliz, el nacimiento de la nueva humanidad.
Las lecturas de hoy no son catastrofistas, porque presentan a los que han vivido con sabiduría como estrellas que brillan en el cielo. También se habla de Cristo como el Vencedor que espera que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Es Él, El que viene con poder y gloria, para reunir a sus elegidos de todos los puntos cardinales, la fuente de nuestra esperanza.
Las lecturas también nos invitan a velar, a estar alerta y buscar los signos del Reino de Dios cada día. Porque el Señor llama a menudo a nuestra puerta, y no siempre estamos atentos, para abrirle. Hay distintos momentos en nuestro vivir. En ocasiones es el tiempo del anhelo, de lo fascinante, de la alegría. A veces, es el tiempo de la experiencia del perdón. Para escuchar palabras de misericordia. Y hay un tiempo para optar. Para decidir seguir la senda de la luz o de la oscuridad. Cada cristiano conoce en carne propia esa lucha, alrededor de cada uno y dentro de sí. Por eso la importancia de la vigilia, para combatir el buen combate de la fe. Ese combate en el que ya ha resultado ganador Jesucristo, pero que continúa luchando en nosotros, para que sea derrotado el mal, para que se extienda más y más el Reino, hasta el día que solo Dios Padre conoce.         
La palabra de Dios nos decía el domingo pasado: «Dios puede llamar a la puerta de la casa del pobre». Y la palabra de Dios, con su lógica particular, nos dice: «dad y se os dará». Él está cerca. Que no se nos olvide. Y que su Espíritu de amor y fortaleza nos haga a todos cristianos auténticos, más presentes en la historia del hombre y más inclinados al día de Dios."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 16 de noviembre de 2024

CONFIAR

 

Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre y no desanimarse. Les dijo: Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ 
El Señor añadió: “Pues bien, si esto es lo que dijo aquel mal juez, ¿cómo Dios no va a hacer justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?

Dios no es un juez injusto. Él nos escucha y nos atiende sin problemas. Pero es necesario que nosotros tengamos confianza, fe en Él. Y si no nos concede lo que le pedimos, es porque no nos conviene, o porque Él tiene otros planes para nosotros.

Si no es por gusto, es por cansancio y pesadez. La viuda insistente recibe lo que pide porque no se cansa de ser una pesada. Porque es inasequible al desaliento. Porque tiene la valentía (o la necesidad imperiosa y razonable de comer) necesaria para mantenerse firme en su petición. Pero si pensara que su petición no iba a tener ningún resultado, se iría a su casa y se buscaría la vida por otro lado. Porque, al fin y al cabo, las viudas sin protección varonil ocupaban un status social bastante bajo. Es decir, que se la podía desdeñar y echar a un lado sin mayor problema.
"El punto de la lectura no parece ser alabar la pesadez de la viuda que aburre al juez injusto, sino más bien cuestionar la falta de paz, paciencia, perseverancia y confianza en Dios de quienes queremos creernos “menos pesados” y abandonamos nuestra petición cuando no vemos resultados inmediatos. ¿Por qué darle menos confianza a Dios que es bueno que a un juez injusto que al final cede? ¿Por qué restarle poder a un Dios mucho más poderoso que un juez humano? ¿Por qué van los infinitamente dignos hijos de Dios a desistir fácilmente? Quizá porque no sintamos esa necesidad perentoria de Dios de la viuda. O quizá porque pensemos que no tenemos el status necesario como para pedir.
Decía un amigo mío una vez que si queríamos pedirle a Dios algo deberíamos invitar al más pecador a orar. Porque Dios, al ver a alguien que apenas se acerca, se conmovería y le concedería lo que pide. Y nosotros no somos menos: ni menos pecadores ni menos dignos.
La confianza es rocosa. No se deja asustar; no se deja intimidar; se mantiene firme porque conoce la sed y el hambre y no se marchará hasta quedar satisfecho. Pero también sabe que, a diferencia del juez que dará lo que se pide sin más, Dios solo dará lo bueno; no un capricho, ni algo que no vaya a hacer bien, sino lo que de verdad satisfaga el hambre más profunda."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

viernes, 15 de noviembre de 2024

SALVAR LA VIDA


 Como sucedió en tiempos de Noé,o sucederá también en los días en que venga el Hijo del hombre. La gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, cuando llegó el diluvio y todos murieron. Y lo mismo pasó en los tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, sembraba y construía casas; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, el que se encuentre en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a sacarlas; y el que esté en el campo, que no regrese a su casa. ¡Acordaos de la mujer de Lot! El que trate de salvar su vida la perderá, pero el que la pierda, vivirá.
Os digo que aquella noche estarán dos en una misma cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán. Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán. 
Le preguntaron entonces:
– ¿Dónde ocurrirá eso, Señor?
Y él les contestó:
– Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.

Estamos llegando al final del año litúrgico y empiezan estas lecturas escatológicas difíciles de interpretar. El evangelio nos invita a no querer "salvar nuestra vida". De lo que se trata es de poner todo nuestro interés en salvar la de los demás. Es lo que hizo Jesús.
 
(...) Quizá haya muchas personas que desearían aprovechar estas lecturas para “demostrar” que Dios no es el Padre amoroso, sino un ser cruel; y quizá haya otras que también las tomen para asegurar que Dios es juez y no va a dejar pasar impune el mal que se haya hecho en esta vida. Si bien esta última interpretación esté más cerca de la verdad, hay también un hecho incontestable. ¿Cómo va a ser que en la venida se lleven a unos y se deje a otros? ¿Cómo se hará esta distinción? La respuesta parece enigmática, pero también encierra un desafío y una advertencia: las aves de rapiña van al cadáver. La culpa de que haya un cadáver no es de Dios, lógicamente, sino de quien ha matado en sí el amor, la verdad, la justicia. De quien ha rechazado el agua de la vida y se ha convertido en cadáver ambulante. O, de quienes, desafortunadamente, se han dejado engañar, como advierte san Pablo en la primera lectura. Alaba el Apóstol a quienes se han mantenido en la verdad y el amor. Esos serán quienes al final sean llevados al cielo; los que no serán arrojados al mar como pescado podrido.
Más allá de las “fake news” tan prevalentes en este mundo, está el engaño sutil, el que va enredando, pudriendo y matando sin que las personas se den cuenta. Porque luego se sorprenden: ¿quién, cómo será arrebatado? Las aves de rapiña reconocen el cadáver. Reconocen a quienes se han dejado llevar por ideologías, costumbres y corrientes del mundo que poco tienen que ver con la verdad, la justicia y el amor del reino de Dios.
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

jueves, 14 de noviembre de 2024

EL REINO ESTÁ AQUÍ

 


Los fariseos preguntaron a Jesús cuándo había de llegar el reino de Dios, y él les contestó:
– La venida del reino de Dios no es posible de calcular. No se dirá: ‘Aquí está’ o ‘Allí está’, porque el reino de Dios ya está entre vosotros.
Y dijo a sus discípulos:
– Vendrán tiempos en que querréis ver siquiera uno de los días del Hijo del hombre, pero no lo veréis. Algunos dirán: ‘Aquí está’, o ‘Allí está’, pero no vayáis ni los sigáis. Porque así como el relámpago, con su resplandor, ilumina el cielo de uno a otro lado, así será el Hijo del hombre el día de su venida. Pero primero tiene que sufrir mucho y ser rechazado por la gente de este tiempo.

El Reino ya está aquí, pero necesitamos ojos nuevos para saberlo ver. El Reino está en todos aquellos que saben amar. En los que dedican su vida a los demás, especialmente a los pobres, a los olvidados, a los enfermos, a los perseguidos...
El Reino de Dios está en nuestro corazón si sabemos amar, si nos entregamos totalmente y seguimos en nuestra vida el camino, el ejemplo de Jesús.

"El “ama y haz lo que quieras” de san Agustín podría ser interpretado como carta blanca para hacer lo que a uno le da la gana.  Pero mirando un poco mejor, parece que no hay nada más lejos de la realidad. Hacer lo que se quiere desde el amor trata siempre de poner al otro por delante, de entregarse a la persona amada, de sacrificarse por ella, de evitar todo lo que pueda molestarle. Nunca hace lo que da la gana por comodidad o gusto propio, sino lo que indica el amor.
Buscamos el reino de Dios y a veces parece que hasta lo encontramos. Pero, ¿en qué consiste un reino? Un reino es un lugar donde hay un reinante; un reinante que marca sus reglas, que determina la vida de sus súbditos. En el caso del reino de Dios, hay una regla única, que es el amor. Pero luego vienen las características de tal reino de amor: vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor. Dejar que Dios reine, precisa, entonces, una serie de acciones difíciles y totalmente contrarias a “hacer lo que a uno le da la gana”. Porque hacer la paz puede querer decir entregar algo propio, dejar atrás la competitividad, a la agresión, al deseo de control. Hacer la justicia puede querer decir renunciar a algún privilegio para que otros puedan llegar a la medida de su necesidad y dignidad. Defender la verdad puede significar acarrearse el desprecio o la persecución de otros. Amar es bastante sacrificado. Nada que ver con hacer lo que a uno le da la gana.
No hace falta buscar aquí o allá, aunque a veces, en las acciones de verdad, justicia y paz de otros nos encontramos con el reino. Porque dice Jesús que el reino está entre nosotros. Las semillas de verdad, de justicia, de paz sí están en personas que aman y hacen el bien. Pero antes de que el reino “reine” plenamente, como Jesús “antes tendremos que padecer mucho”."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

miércoles, 13 de noviembre de 2024

LA VERDADERA CURACIÓN

 

En su camino a Jerusalén, pasó Jesús entre las regiones de Samaria y Galilea. Al llegar a cierta aldea le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra, que desde lejos gritaban:
– ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Al verlos, Jesús les dijo:
– Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad. Uno de ellos, al verse sanado, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se inclinó hasta el suelo ante Jesús para darle las gracias. Este hombre era de Samaria. Jesús dijo:
– ¿Acaso no son diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?
Y dijo al hombre:
- Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.

¿Qué quiere decir esto?¿Sólo el samaritano fue curado? Los diez fueron curados de la lepra que padecían, pero sólo el fariseo fue curado totalmente, su cuerpo y su alma. Su cuerpo y su corazón. El fariseo, un extranjero despreciado por los judíos, por su fe, que le llevó a agradecer, a sentirse indigno del bien recibido, sanó todo su ser. Se convirtió en una persona nueva. 
¿Sabemos agradecer a Jesús el perdón que nos otorga cada día?

"Según las matemáticas del evangelio de hoy, solamente un diez por ciento de las personas de este mundo serían agradecidas. Es de esperar que tal cálculo ande un poco errado, pero lo cierto es que en este mundo hay muchos narcisos y resentidos. Los narcisos piensan que todo se les debe. No es que tengan mayor mérito que el de existir, pero se les debe todo. Los resentidos siempre son la víctima en toda historia y situación. En realidad, las dos cosas son lo mismo. El narcisista, además de pensar que todo se le debe, siempre piensa que todos sus males son resultado de la mala intención de otros. Ellos nunca tienen la culpa.
Hay una cura para estos males, que solo hacen a la gente infeliz, amargada y triste; porque nunca se les va a dar todo lo que creen que merecen, y porque siempre va a salir algo mal. Es como una lepra insidiosa, que se va comiendo poco a poco a la persona. Y es más grave porque nunca se reconoce como mal propio. La infelicidad va a ser también culpa de alguien.
El agradecimiento, por el contrario, es la sorpresa de recibir gracia, favor y bondad por parte de Dios, o de las personas de alrededor sin poder dar razón de merecimiento alguno.  El agradecimiento es el reconocimiento de que todo es gracia, y por lo tanto, gratuito. Y, por tanto, el agradecimiento es elemento sustancial de la fe, virtud teologal concedida como gracia e invitación. Jesús le dice al leproso “tu fe te ha salvado”. Pero el leproso acudía, a diferencia de los otros nueve, a dar gracias… la fe siempre precede al agradecimiento. Da gracias porque cree en la verdad. Da gracias porque pide sin exigir y recibe con sorpresa y alegría, y no como pago a algo que haya hecho. Y es eso lo que salva. Sin esa visión de fe que reconoce el don de Dios siempre inmerecido, no puede haber sanación. La fe salva. El agradecimiento salva, libera."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

martes, 12 de noviembre de 2024

SIERVOS INÚTILES



Si uno de vosotros tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: ‘Pasa y siéntate a comer’? No, sino que le dice: ‘Prepárame la cena y estate atento a servirme mientras como y bebo. Después podrás tú comer y beber.’ Y tampoco da las gracias al criado por haber hecho lo que le mandó. Igualmente vosotros, cuando ya hayáis hecho todo lo que Dios os manda deberéis decir: ‘Somos servidores inútiles; no hicimos más que cumplir con nuestra obligación.’

Nuestra misión es trabajar para el Señor. No tenemos ningún mérito. Nuestro apostolado, nuestro trabajo, sin la Gracia no tiene fruto. Somos simples mediadores. Somos las manos de Jesús. Él trabaja a través nuestro. Todo el mérito es suyo.
Debemos ser humildes y reconocer que somos siervos inútiles.





lunes, 11 de noviembre de 2024

PERDONARLO TODO

 


Jesús dijo a sus discípulos: Siempre habrá incitaciones al pecado, pero ¡ay de aquel que haga pecar a los demás! Mejor le sería que lo arrojasen al mar con una piedra de molino atada al cuello, que hacer caer en pecado a uno de estos pequeños. ¡Tened cuidado!
Si tu hermano te ofende, repréndele; pero si cambia de actitud, perdónale. Aunque te ofenda siete veces en un día, si siete veces viene a decirte: ‘No volveré a hacerlo’, debes perdonarle.
Los apóstoles pidieron al Señor:
– Danos más fe.
El Señor les contestó:
– Si tuvierais fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podríais decirle a esta morera: ‘Desarráigate de aquí y plántate en el mar’, y el árbol os obedecería.

Nuestra sociedad no perdona. La mayoría de los problemas, por no decir todos, vienen de no perdonar. Luchas entre naciones, etnias, religiones, están causadas porque hemos firmado la paz, pero no hemos perdonado. Guardamos en nuestro interior un deseo perverso: la venganza.
Perdonar de verdad no es fácil. Diría que casi imposible para nosotros solos. Es la Fe, la verdadera Fe, la que produce prodigios, la que nos ayudará a perdonar de verdad.

"El Evangelio de Lucas, en unos pocos versículos enlaza tres enseñanzas: sobre el escándalo, sobre el perdón y sobre la fe. Parece que no hay un nexo evidente si no es la necesidad de la fe para poner en práctica lo que propone el Maestro. Es necesaria la fe para no escandalizar y para perdonar las ofensas… ¡Hasta setenta veces siete! Una fe que produzca algo tan improbable como una morera plantada en el mar.
No es posible que deje de producirse el escándalo. La palabra escándalo deriva del latín scandalum, tomado a su vez del griego to skandalon, que significa trampa u obstáculo para hacer caer. Siempre podemos, aún sin querer, ser obstáculo, piedra de tropiezo para los demás. Hace bastante tiempo, en la predicación, casi solo oíamos (y temíamos) la atroz condena que pesaba sobre los que dañaban moralmente a los niños. Sabemos que “pequeños”, en las palabras de Jesús no son sólo los de poca edad, sino los menos considerados socialmente. Sin embargo, tal vez hoy, deberíamos tomarlas alguna vez específicamente con relación a los niños.
Aparentemente, en nuestra, llamémosla así, cultura, hay preocupación y cuidado para preservar a los niños de peligros, abusos, maltrato, abandono… Leyes, protocolos, servicios sociales, instituciones educativas, parecen tomar muy en serio el tema y parece que cuanto más se proclaman los derechos más vemos, espantados, como crecen los problemas. Leemos noticias sobre niños abusados, niños con experiencias sexuales prematuras, menores embarazadas, niños con adicciones, menores de doce años que ven pornografía, niños en tratamiento psicológico, con traumas, con tendencias suicidas. Al leer esto y evocar aquellas predicaciones recordé una frase de C.S. Lewis en su obra “La abolición del hombre”: extirpamos el órgano y exigimos la función. En efecto, querríamos una infancia feliz, sana de cuerpo y de alma, educada para desear la bondad, la rectitud, la superación. Al mismo tiempo, aceptamos con resignación o indiferencia un mundo sucio, una ambiente del “todo vale si me apetece”, la permisividad total y complaciente con el mal, quien sabe si para no resultar retrógrados o intolerantes. ¿Cómo exigir las obras de un corazón bueno si no impedimos que este ambiente lo “extirpe”? Podemos escandalizar a pequeños y mayores por nuestros malos ejemplos y también y sobre todo por callar, por no denunciar, por no defender la verdad del ser humano, en resumen. Que no escandalicemos por omisión."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

domingo, 10 de noviembre de 2024

DARLO TODO

 

Jesús decía en su enseñanza: Guardaos de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en la calle. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes, y so pretexto de hacer largas oraciones devoran las casas de las viudas. ¡Esos recibirán mayor castigo!
Jesús, sentado en una ocasión frente a las arcas de las ofrendas, miraba cómo la gente echaba dinero en ellas. Muchos ricos echaban mucho dinero, pero en esto llegó una viuda pobre que echó en una de las arcas dos monedas de cobre de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Os aseguro que esta viuda pobre ha dado más que ninguno de los que echan dinero en el arca; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para su sustento.

Jesús nos pide que lo demos todo. Nos pone el ejemplo de la pobre viuda que da todo lo que tiene. Como siempre nos pone como modelo a alguien sencillo. Por contra nos pone en guardia ante el buscar el reconocimiento, la admiración, los primeros puestos...Seamos sinceros, ¿dónde nos situamos?¿Buscamos la fama, el poder, la notoriedad, o nos damos totalmente, aunque nadie se entere?
  
" (...) El evangelio de hoy es una pedagogía de la mirada. Jesús invita a mirar de otro modo, no como todos ven las cosas. En las primeras líneas, vemos una crítica a la vanidad y ostentación de los escribas, personas a las que les gustaba que se les prestara una atención especial, exagerada, incluso. Para la gente sencilla, el modo de dar culto a Dios era “darle culto” a ellos. Hasta ese extremo habían llegado las cosas. Las largas túnicas les distinguían del resto de los mortales. Así se significaban.
Jesús critica ese deseo de sobresalir, de llamar la atención. Y no solo eso, sino que, además, en vez de proteger a los más desfavorecidos – las viudas – se dedicaban a explotarlas, aprovechándose de ellas, y dejándolas sin nada. Con el pretexto de largos rezos… Por su culpa, seguramente, muchas personas se alejarían de la fe, cansados y arruinados. Un abuso, por una parte, y una pena, por otra.
Después, en el episodio de la viuda, un hecho a primera vista menudo, irrelevante, Jesús nos enseña a ver todo el significado de que es portador. Es un gesto de desasimiento radical y de radical abandono en las manos de Dios. Un ejemplo para todos. Sobre todo, para los que no acabamos de fiarnos del todo de Dios.
¿Por qué es importante este gesto de la viuda? Es verdad que muchos ricos echaban, hablando en términos absolutos, muchísimo más que aquella pobre viuda; pero Jesús pone de relieve que echaban de lo que les sobraba. En cambio, la viuda echó todo lo que tenía. Sí, para las arcas del templo y para una mirada común, aquello era un donativo desdeñable. No se habría echado de menos, aunque la viuda se lo hubiera guardado en el regazo.
Pero para la mirada de Jesús, que cala más hondo, el gesto de la mujer había sido admirable. Y se lo hizo notar a los discípulos. Así es como mide Dios, que ve en lo profundo y no se deja engañar por las apariencias. Ese Dios que lleva cuenta hasta del vaso de agua que se da a uno de los pequeños por ser discípulo de Jesús.
Cuando nuestro Sumo Sacerdote aparezca de nuevo, vendrá para llevarse a aquellos rescatados con su sacrificio. Esa muerte de cruz nos ha liberado de toda culpa, si aceptamos seguir al Maestro y vivir como Él nos enseñó. Lo que se espera es que podamos responder como Dios se merece.
Cuando estamos hablando de cómo conseguir llegar al Reino de Dios, en este texto tenemos un modelo a seguir. Esta viuda logró alcanzarlo por solo dos moneditas. Otros entran ofreciendo un vaso de agua fresca (Mt 10, 42). El precio a pagar es sencillo: el Reino de Dios vale todo lo que tienes, por poco o mucho que sea.
Ninguna de nuestras vidas es insignificante ante Dios. Todas son valiosas, sumamente valiosas. Tenemos una vocación de amor generoso que Dios sabe medir como nadie. Respondamos a la vocación recibida.
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 9 de noviembre de 2024

EL TEMPLO

 


Como se acercaba la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén; y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que tenían puestos donde cambiar el dinero. Al ver aquello, Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Arrojó al suelo las monedas de los cambistas y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:
– ¡Sacad eso de aquí! ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!
Sus discípulos recordaron entonces la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.”
Los judíos le preguntaron:
– ¿Qué prueba nos das de que tienes autoridad para actuar así?
Jesús les contestó:
– Destruid este templo y en tres días lo levantaré.
Le dijeron los judíos:
– Cuarenta y seis años tardaron en construir este templo , ¿y tú vas a levantarlo en tres días?
Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

Jesús, en este evangelio, lo deja muy claro. El templo, la religión, no debe ser un mercado, un lugar para enriquecerse... Pero además también nos dice que su cuerpo es el verdadero templo. A Dios lo encontramos en nuestro interior y en los demás; pero debemos saber mirarlos y mirarnos con los ojos de Jesús. 

"(...) Llamados a convertirnos en templos espirituales, somos esas piedras vivas con las que el Señor quiere construir su casa. Pero somos también seres materiales y, parece que Dios no desdeña la construcción de templos, ni mucho menos el permanecer en ellos oculto y visible al mismo tiempo, en el sagrario. Son lugares donde “las piedras vivas” se reúnen para adorar, alabar, conocer mejor a Dios y suplicar perdón y misericordia. El Prefacio de esta celebración lo dice bellamente: “[…] generosamente te dignas habitar en toda casa consagrada a la oración […] para hacer de nosotros […] templo del Espíritu Santo”
Desde luego no nos juntamos para un “evento social”, mostrando muchas veces una falta de educación asombrosa. Si los extraños ven como actuamos dentro de nuestras iglesias es difícil que nos tomen es serio. ¿Haríamos lo mismo en un recinto sagrado budista, hinduista o musulmán que en nuestros bautizos, bodas y funerales? Un básico sentido común indica que no.
El relato evangélico de hoy nos habla de otro templo que es el mismo cuerpo de Cristo. Cuando los judíos, es decir las autoridades religiosas de Jerusalén piden explicaciones, Jesús anuncia su muerte y resurrección. Ni los que piden explicaciones ni los mismos discípulos saben  de qué habla. Sólo lo comprenderán en la Resurrección cuando creyeron la Escritura y lo que había dicho el Maestro. Nuestra fe en el Resucitado nos constituye como piedras vivas de su Iglesia."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

viernes, 8 de noviembre de 2024

SER GENEROSOS

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: «¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.» El administrador se puso a echar sus cálculos: «¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.» Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi amo?» Éste respondió: «Cien barriles de aceite.» Él le dijo: «Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta.» Luego dijo a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?» Él contestó: «Cien fanegas de trigo.» Le dijo: «Aquí está tu recibo, escribe ochenta.» Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.

En esta parábola Jesús nos enseña que debemos ser generosos con los demás. Dios es generoso con nosotros, nos perdona siempre. Nosotros debemos hacer lo mismo con los demás. Además nos enseña a que debemos utilizar el dinero correctamente, para ayudar al prójimo. Hemos de ser creativos en nuestra caridad y emplear correctamente lo que tenemos.

"La parábola del administrador infiel, a mi parecer, es uno de los pasajes del Evangelio que provoca más perplejidad y desconcierto. Nos preguntamos qué quiere decir y, puestos a buscar comentarios autorizados, encontramos pocos y no demasiado convincentes.
Al lector no muy especialista en exégesis puede escandalizarle que Jesús alabe un comportamiento desleal. En realidad no es Jesús quien lo alaba, sino el amo defraudado por el administrador infiel. Cabe dentro de lo posible que Jesús estuviera narrando un hecho real que habría suscitado muchas habladurías y algunas risas en la región. No es Jesús quien admira la astucia. Sólo da cuenta de cómo el amo estafado reacciona alabando la habilidad tramposa con la que su administrador intenta asegurarse una salida ya que “no puede cavar ni mendigar”..
Si completamos el fragmento del texto de Lucas (16, 1-8) que hoy escuchamos en la Liturgia de la Palabra al menos hasta el versículo 13 es posible que comprendamos mejor esta parábola y lo que Jesús quiso que aprendiéramos. Y aún más si seguimos leyendo lo que es una enseñanza completa acerca del uso de los bienes que debe practicar quien sigue al Maestro. Sólo una sentencia, para meditar:  “Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”.
La palabra astuto en la mayoría de los casos alude a cierta habilidad para el engaño y la marrullería. Pero también puede entenderse como sagacidad: algo así como la capacidad de prever, el tener cautela y clarividencia para apreciar las consecuencias de nuestros actos y en qué medida pueden servir al bien. Jesús pide a sus seguidores que aprendamos a ser astutos para hacer amigos en el cielo, es decir para hacer el bien. Pide que empleemos con sagacidad nuestras riquezas, (materiales o no, que también es riqueza el talento, la cultura, el conocimiento), para que sean un aval cuando seamos juzgados. Somos hijos de la luz: caminemos como tales.!
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)