Al salir Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando:
– ¡Ten compasión de nosotros, Hijo de David!
Cuando entró en la casa, los ciegos se le acercaron. Él les preguntó:
– ¿Creéis que puedo hacer esto?
– Sí, Señor – le contestaron.
Entonces Jesús les tocó los ojos y les dijo:
– Hágase conforme a la fe que tenéis.
Y recobraron la vista. Jesús les advirtió severamente:
– Procurad que nadie lo sepa.
Pero en cuanto salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho.
Se acercan dos ciegos a Jesús y le piden que tenga compasión de ellos, que les haga ver.
Nosotros también estamos ciegos. No vemos las necesidades de los demás. Estamos centrados en nuestro ego y buscamos la felicidad sin pensar en los demás. Nuestra ceguera es más grave que la de tiempos pasados. Ahora se nos muestran las desgracias casi al instante. Nos enseñan los cayucos naufragando, los pueblos inundándose, los cadáveres de niños y civiles de las guerras, los barrios bombardeados...¿Los vemos realmente? Pidamos a Jesús que nos devuelva la visión compasiva, solidaria, que nos lleve a entregarnos, a luchar por la solución de las desgracias y las injusticias. Pero para ello debemos tener Fe, creer verdaderamente en Jesús, llevarlo en nuestro corazón. Adviento es el tiempo para unirnos a Jesús que llega, que llama a nuestra puerta. Pidámosle con Fe que abra nuestros ojos.
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