En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
No es la única vez que el evangelio nos dice que Jesús se compadece. Esta vez se compadece de la muchedumbre sola y desorientada: como ovejas sin pastor.
Compadecerse no es mero sentimentalismo. "Padecer- con", sufrir con el otro, es lo que significa compadecer.
Jesús no se queda en el sentimiento, en las palabras. Escoge a los doce apóstoles para que trabajen con la mies; para que luchen para solucionar los problemas de los que se compadece. Los envía a curar, a limpiar, a erradicar el mal. Y todo deben hacerlo gratuitamente.
Nuestra sociedad está más desorientada que nunca y no hay obreros para cultivarla ni pastores para orientarla. Si como Jesús, cuando abrimos el periódico, las noticias en el ordenador o en la televisión, nos compadecemos de toda la gente que sufre en las guerras, que muere de hambre, que se ahoga buscando la libertad...debemos recordar que Él nos envía a proclamar el Reino, a curar, a limpiar, a erradicar el mal. Porque seguirle es entregarse, darse a los demás. Este mandato lo hemos recibido como Gracia de Jesús, por eso debemos ejecutarlo gratuitamente nosotros. Compadecernos, pasando a la acción.
i amb PASSIÓ,
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