jueves, 11 de enero de 2024

ÉL PUEDE LIMPIARNOS



   Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:
– Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.
Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo:
– Quiero. ¡Queda limpio!
Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho:
– Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad.
Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle.

El leproso es símbolo de lo más despreciable. Los judíos los rechazaban y los expulsaban de los lugares habitados. Sin embargo Jesús deja que se le acerque y lo toca (cosa que estaba terminantemente prohibido). Para Jesús no hay pecado que no pueda perdonarse. Para Jesús no hay nadie excluido. Por eso debemos acercarnos a Él con confianza, con la seguridad de que nos acogerá en sus brazos y nos limpiará de todas nuestras miserias.
 
"Hoy se nos aclaran algunas cosas que aparecían en los evangelios de los días anteriores: Jesús actúa con autoridad y le mueve el Reino de Dios.
La persona que se acerca a Jesús lo hace con confianza: “Si quieres, puedes limpiarme”. Confía en su autoridad y le pone delante lo que hay. Jesús, “sintiendo lástima”, hace lo que está de su mano: le toca. Al que era impuro, le cura ser tocado. Al que era excluido le cura ser aceptado. Jesús trae salud, porque toca, acepta, acoge. Y “quedó limpio”.
A Jesús le mueve el Reino. No busca fama ni gloria. Por eso pide silencio. Las cosas grandes –el origen de la vida, el crecimiento de un ser, la paz del corazón…- acontecen en el silencio.
Pero el que ha sido amado y curado, desde su debilidad, no puede callarse. Por eso, sin mala voluntad, el personaje del evangelio desobedece a Jesús proclamando a los cuatro vientos la misericordia que Dios ha tenido con él. Y no es para menos. El bien se difunde. El agradecimiento es expansivo. El corazón agraciado no puede callar…
A veces creo que si no somos mejores es porque nos falta consciencia de todo lo bueno recibido. De lo que otros y Dios a través de la vida han hecho por nosotros. Sabiendo que ninguna vida es perfecta. “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Te invito a que hoy pienses en todo lo que has recibido. Y que, desde ahí, como a la persona del Evangelio, te surja el agradecimiento. A él le llevó a proclamarlo a los demás. A ti, ¿a qué te puede llevar?
Que tengas un buen día."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

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