Después subió Jesús a un cerro y llamó a quienes le pareció conveniente. Una vez reunidos, eligió a doce de ellos para que le acompañasen y para enviarlos a anunciar el mensaje. Los llamó apóstoles y les dio autoridad para expulsar a los demonios. Estos son los doce que escogió: Simón, a quien puso por nombre Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a los que llamó Boanerges (es decir, “Hijos del Trueno”); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, y Santiago hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el cananeo y Judas Iscariote, el que traicionó a Jesús. |
Jesús llama a quien quiere, para acompañarle y para anunciar su mensaje, para ser enviados. Hoy día sigue haciendo lo mismo. Pero, ¿sabemos escucharle? Hay tantas cosas que nos atraen y nos distraen...
"No eran los mejores. Ni los más instruidos. Tampoco eran los más poderosos ni los más ricos. Entre ellos, no todos pensaban igual. Incluso podía preverse que discutirían… Pero ahí están: “los Doce”. En el comienzo de su vida pública, tras hacerse bautizar el en Jordán, retirarse un tiempo al desierto y hacer sus primeros signos y predicaciones, Jesús forma un grupo.
“Fue llamando a los que él quiso…”: frente a la costumbre de su tiempo, en la que los discípulos elegían al Maestro que más les interesaba, Jesús elige personalmente a sus discípulos. Los fue llamando, en un gesto que combina la libertad y el amor, signo del Dios que llama porque ama.
“Los hizo sus compañeros…”: sin dejar de ser el Maestro, hace compañeros a sus discípulos. No siervos, sino amigos. En el caminar, en el dialogar, en la acción, en el descanso. En su compañía y desde la cercanía, los Doce irán formándose, aprendiendo, dándose cuenta de algunas cosas -a veces, con torpeza-, descubriendo un modo de ser que inaugura el Reino de Dios.
“Para enviarlos a predicar…”: la misión de los Doce es la misma que la del Maestro, llegando hasta donde él no llega, uniéndose a otros muchos más (“los setenta y dos”), anunciando su Palabra y haciendo signos del tiempo nuevo que inaugura Jesús, como semilla llamada a crecer, a tiempo y a destiempo.
Dos mil años después, tampoco nosotros somos los mejores, ni los más sabios, ni todos pensamos igual. Por puro amor y misericordia, Dios nos ha llamado a través de su Iglesia, a partir del bautismo, para formar parte del grupo de Jesús. Elegidos por pura gracia, más allá o más acá de nuestros méritos; por puro amor, en la libertad del Dios que llama porque ama.
También nosotros estamos llamados a crecer, en la cercanía del Maestro: a la escucha de su Palabra, en la comunión de la Iglesia y en la convivencia fraterna de nuestra pequeña comunidad, con la oración y la celebración de los sacramentos como alimentos para el camino, buscando cómo conocer, amar, servir y alabar a Dios cada vez mejor.
Y también a nosotros se nos envía a ser testigos del amor de Dios por cada persona y por toda la creación: confesando su nombre, anunciando su Palabra y actuando los signos del Reino que ya está presente entre nosotros, aunque aún no en su plenitud.
Gracias, Señor, por elegirme. Gracias por elegirnos.
Que tu Espíritu, en cada uno,
siga haciendo crecer
la obra de tus manos. Amén."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario