Después fue Jesús otra vez a la orilla del lago. La gente se acercaba a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Leví se levantó y le siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Leví, y muchos cobradores de impuestos y otra gente de mala fama estaban también sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Unos maestros de la ley pertenecientes al partido fariseo, al ver que Jesús comía con todos ellos, preguntaron a los discípulos:
– ¿Cómo es que vuestro Maestro come con los cobradores de impuestos y con los pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
– No necesitan médico los que gozan de buena salud, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Leví (Mateo) era alguien muy mal visto en Israel. Un cobrador de impuestos. Sin embargo Jesús, pasa junto a Él y le dice: Sígueme.
Nosotros, como los fariseos clasificamos a las personas, sin darnos cuenta de que, nosotros, estamos tan enfermos como los demás. Nos creemos perfectos y no lo somos. Mientras nos creamos "sanos", el "médico" no pasará junto a nosotros para decirnos: sígueme.
"Jesús llama personalmente. No lo dice en general, ni por ver si alguien se da por aludido. De entre todo el gentío, al pasar Jesús ve a Leví y le llama. Es una llamada personal e intransferible. En este momento es a él a quien llama. Por eso la respuesta sólo puede ser personal, aunque sea junto a otros.
Jesús llama concretamente. No llama para nada, ni para algo abstracto. “Sígueme”. Ahí está el contenido de la llamada: seguir sus huellas, caminar sus caminos… hacer lo que Él hace, decir como Él dice, sanar como Él sana, anunciar como Él anuncia… amar como Él ama… y todo esto en movimiento, porque no será lo mismo hacerlo en Cafarnaúm que en Jerusalén… en el siglo I que en el XXI…
Jesús llama gratuitamente. Porque Leví no era precisamente un modelo de conducta para sus paisanos. Y puestos a pensar en alguien influyente, podía haber habido otros muchos. Pero Jesús llama de forma gratuita, porque quiere. Y se ha fijado en él. Porque no ve las apariencias, sino el corazón. Y sabe que, en ese hombre aparentemente indigno, hay escondido un hijo de Dios y un apóstol que puede salir a la luz a lo largo del camino. “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Para evitar cualquier tentación de “elitismo” o de “dignidad” mal entendida.
Señor Jesús, Tú me llamas
por el nombre,
de manera concreta,
por pura gracia.
Que yo te pueda responder
desde lo que tú vas generando en mí.
Gracias por tu confianza.
Tu confianza me construye."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)
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