lunes, 22 de enero de 2024

DEMONIZAR AL OTRO

  

También los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén decían: “Beelzebú, el propio jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.”
Jesús los llamó y les puso un ejemplo, diciendo: “¿Cómo puede Satanás expulsar al propio Satanás? Un país dividido en bandos enemigos no puede mantenerse, y una casa dividida no puede mantenerse. Pues bien, si Satanás se divide y se levanta contra sí mismo, no podrá mantenerse: habrá llegado su fin.
“Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y robarle sus bienes, si antes no lo ata. Solamente así podrá robárselos.
“Os aseguro que Dios perdonará a los hombres todos los pecados y todo lo malo que digan; pero el que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo no tendrá perdón, sino que será culpable para siempre.”
Esto lo dijo Jesús porque afirmaban que tenía un espíritu impuro.

Es un mecanismo de defensa. Demonizar al otro. Aquel que no piensa como nosotros, que nos ofrece una forma de vivir diferente, que nos cuestiona...lo demonizamos y nos quedamos tan tranquilos. En vez de analizar, de mirarnos a nosotros mismos y buscar la parte de razón que tienen, como los escribas, decimos que tiene el demonio, que es malo y lo rechazamos.
 
"Hay formas de reaccionar ante Jesús que se ven con mucha claridad en los Evangelios. En realidad, son formas que tenemos las personas de defendernos ante lo que consideramos que puede ser una amenaza para nuestra tranquilidad y comodidad. Aquellos estímulos, ideas, sugerencias o planteamientos que vienen de fuera, de otras personas, y que nos obligan a cambiar algo en nuestra vida, en nuestra forma de hacer las cosas o de pensar, nos ponen nerviosos, nos sacan de nuestras casillas, que es donde nos gusta estar porque como en casa no se está en ningún sitio.
Entiendo que algo así es lo que les pasa a los escribas del Evangelio. Delante de ellos tenían a Jesús que se expresaba con libertad y reinterpretaba la ley sin atenerse a la letra sino desde su experiencia de Dios como padre de misericordia. Escuchar a Jesús implicaba inevitablemente replantearse sus propias opiniones. Quizá incluso reconocer que estaban equivocados y que habían terminado por convertir al Dios que había liberado al pueblo de la esclavitud de Egipto en un Dios fiscalizador que observaba con lupa cada uno de nuestros actos y ante el que había que cumplir la letra de la ley (aunque no importaba demasiado si se cumplía con el espíritu de esa misma ley). Y la vida de los buenos judíos se había convertido en una pequeña tortura donde cada momento del día estaba regido por innumerables normas. Y el quebrantamiento de la más mínima de esas normas suponía ser infiel a Dios. Y arriesgar la condenación.
Por eso era mucho más cómodo decir que Jesús estaba poseído por un demonio. Los escribas podían seguir a lo suyo, a lo de siempre. No se veían obligados a cambiar nada de lo que hacían. Podían seguir en sus casillas. Habían matado al mensajero. Más adelante lo matarían también físicamente.
Para nosotros la cuestión es simple: ¿Estamos dispuestos a escuchar a Jesús y que nos saque de nuestras casillas tan cómodas y confortables?"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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