Jesús les contó también esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es sin duda la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es más grande que las otras plantas del huerto; llega a hacerse como un árbol entre cuyas ramas van a anidar los pájaros.”
También les contó esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.”
Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba, para que se cumpliera lo que había dicho el profeta:
“Hablaré por medio de parábolas;
diré cosas que han estado en secreto
desde la creación del mundo.”
Lo grande nace de lo pequeño. Podemos creer que nuestro apostolado depende de los grandes actos y acontecimientos. Hoy Jesús nos enseña que es de los actos pequeños, pero hechos con perseverancia los que dan fruto. Desaparecer en la masa es lo que la hará fermentar. Es la vida de cada día, la constancia en nuestra entrega, aunque no se vea, la que nos dará el éxito. Además, es Dios quien hace fructificar, no nosotros.
"Los árboles son seres vivo de crecimiento muy lento, pero que muy lento. No tienen nada que ver con las prisas del mundo actual, siempre regidos por un horario y por una agenda, siempre buscando soluciones y respuestas y remedios rápidos. A nosotros nos va lo inmediato, el ya ahora, sin esperas ni demoras. Cuando vamos al médico preferimos que nos dé unas pastillas que nos quiten rápidamente el dolor o los síntomas molestos de nuestra enfermedad antes de que nos diga que lo que tenemos que hacer es cambiar de estilo de vida y que poco a poco iremos notando la mejoría. Si nos dice algo así, la mayoría de nosotros estamos más que dispuestos a cambiar de médico y buscar a otro que nos de soluciones ya.
Lo de los árboles es otra cosa. Empiezan por una semilla mínima y van creciendo poco a poco, año a año. Para ser realistas, de año en año prácticamente no se nota la diferencia. Pero cuando han pasado veinte o treinta o cuarenta años, entonces se ve que han crecido y que aquella semilla tan pequeña ha dado lugar a un ser vivo enorme, capaz de resistir las tempestades y las sequías.
Jesús compara en el texto evangélico de hoy el reino de los cielos con esa semilla pequeña, mínima, que se siembra y que poco a poco, año a año, va creciendo. O sea, que el reino de los cielos no es como los fuegos artificiales que en un momento explotan y echan todas las luces de colores por el cielo (claro que se apagan enseguida). El reino de los cielos es de crecimiento lento, que casi no se aprecia. Para ver su crecimiento hay que echarle mucho tiempo, una perspectiva de años. De entrada no se ve nada. Es como la vida de muchos cristianos, gente sencilla, laicos, sacerdotes, religiosos, religiosas, que, a primera vista se diría que no hacen nada, pero que van dejando caer esa semilla del reino con su vida, con su forma de vivir, y van cuidándola día a día, aunque no ven nada.
Conclusión: que el reino de los cielos es cuestión de mucha paciencia, es enemigo de las prisas. Y que lo último que podemos perder es la esperanza, porque Dios mismo es el que cuida esa semilla."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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