¡Ay de vosotros, fariseos!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacéis caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro.
¡Ay de vosotros, fariseos!, que deseáis los asientos de honor en las sinagogas y ser saludados con todo respeto en la calle.
¡Ay de vosotros, que sois como esas tumbas ocultas a la vista, que la gente pisotea sin darse cuenta!
Uno de los maestros de la ley le contestó entonces:
– Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros.
Pero Jesús dijo:
– ¡Ay también de vosotros, maestros de la ley!, que cargáis a los demás con cargas insoportables y vosotros ni siquiera con un dedo queréis tocarlas.
Donde se celebra la misa propia de Santa Teresa el evangelio que se proclama es el de Mateo sobre los sencillos y humildes de corazón, que comentamos no hace mucho. Por eso he colocado el que corresponde al miércoles de la semana XXVIII del ciclo C.
Jesús proclama las bienaventuranzas. Uno de los puntos centrales del evangelio. Aquí les dice a los fariseos que su actitud es precisamente la contraria. Les dice que lo importante es la Justicia y el Amor. Y aquí podemos enlazar con el otro evangelio, en que nos dice que son los sencillos y los humildes los que entienden esto. Teresa es modelo de humildad y sencillez.
"Hoy celebramos la memoria, fiesta, solemnidad (depende de los lugares, naciones y diócesis) de santa Teresa de Jesús. Una santa, una reformadora, una mujer que no se quedó en casa, dedicada a sus labores, como era la norma para la mayoría de las mujeres de la época. Es verdad que entró en un monasterio de clausura pero eso no significó ni que se quedase callada ni que se quedase quieta. Su reforma de la vida de las monjas carmelitas tuvo tal trascendencia que llegó a imponerse incluso en la rama masculina de la orden: los carmelitas descalzos. Y no eran tiempos fáciles ni para hombres ni para mujeres que la Santa Inquisición andaba continuamente a la búsqueda de herejes y desviacionistas para juzgarles y, si era posible, condenarlos. Pero esos temores no detuvieron a la monja andariega que no hacía más que fundar “palomarcicos” donde grupos pequeños de mujeres pudiesen vivir su vocación de una manera sencilla y con fidelidad al carisma fundacional de la orden y que no se pareciesen a esos monasterios que habían sido ocupados por las señoras de la nobleza como su lugar de retiro y vida tranquila.
Hoy en la Iglesia sigue haciendo falta hombres y mujeres como Teresa de Ávila: intrépidos, valientes, decididos, que no se dejen asustar por los que parece que mandan ni en la Iglesia ni en el mundo, pero que a veces son muy prudentes y más veces aún poco fieles al Evangelio.
Hoy en la Iglesia siguen haciendo falta hombres y mujeres que se tomen en serio el Evangelio y que sepan ir más allá de tradiciones y rutinas para volver a lo que en el Evangelio es esencial: el Reino, la fraternidad, la justicia, el cuidado de los hermanos y hermanas. Quizá nosotros no seamos ese tipo de gente pero, por lo menos, que no pongamos trabas a los que cerca o lejos se dejan la piel para hacer vida y presencia el mensaje de la buena nueva en nuestro mundo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)
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