El otro día,mirando entre mis papeles, encontró este precioso texto del poeta simbolista francés Paul Valery. Lo escribió el 1930, casi hace un siglo. Y creo que su actualidad es importante:
"El individuo aspira a vivir en una época dulce que le permita disfrutar, a la vez, de libertad y de asistencia, y la encuentra cuando comienza el fin de un sistema social. Precisamente entonces, en la transición entre el orden y el desorden, reina un momento delicioso, cuando, si bien siguen vigentes todas las bondades que procura el arreglo de derechos y de deberes, puede uno, además, disfrutar de la relajación incipiente del sistema. Las instituciones siguen estando ahí, grandes, imponentes, pero, aunque nada visible se haya alterado en ellas, apenas les queda más que su vistosa apariencia; ya han generado todas sus virtudes, su porvenir está secretamente agotado, su carácter ya no es sagrado, o bien sólo es sagrado; la crítica y el desprecio las extenúan y las vacían de valor inmediato. El cuerpo social pierde, como sin darse cuenta, perspectiva de un mañana. Es el momento del gozo y la consumación generales."
(P.VALERY.Preface aux "Lettres persanes")
Perdonad que el post de hoy sea más largo de lo que os tengo acostumbrados. Pero creo que el tema lo merece. Cuando leía este texto, veía reflejada la sociedad actual: la religiosa y la laica; la Iglesia y la Política. Ese momento delicioso que se nos escapa, lo llamamos estado del bienestar. Ese momento en el que hemos creído que todo estaba permitido, que las instituciones estaban ahí para facilitarnoslo todo. Ese tiempo en el que sin darnos cuenta hemos priorizado los derechos y nos hemos olvidado de los deberes. Nos emcontramos sencillamente frente al fin de nuestro sistema social.
Ahí están las instituciones, el parlamento, el congreso, los partidos...vacíos de contenido y perplejos ante el futuro, con una crisis que no quieren resolver, porque para hacerlo se han de traicionar a ellos mismos. Unas instituciones en que la gente está dejando de creer a marchas forzadas.
Una Iglesia que es capaz de reunir miles de jóvenes, pero en la que mañana seguirán los templos semivacíos y seguirá la escasez de vocaciones.
Y en unos momentos así tanto la sociedad laica como la religiosa, corren el peligro de enrocarse, de encerrase en ellas mismas, de culpar a los otros de la situación, y al no avanzar, firmar así su sentencia de muerte.
Los políticos corren el riesgo de que nadie vaya a votar y nadie haga caso de las instituciones, transformando la sociedad en la ley de la selva, solucionando sus problemas con la violencia.
La Iglesia corre el peligro de transformarse en una secta fundamentalista.
Porque la única solución, tanto para unos, como para otros, no es enquistarse, querer resucitar lo que ya ha muerto, sino lanzarse valientemente hacia adelante, buscando un nuevo orden social. Y tanto políticos como religiosos han de comprender, que en ambos casos se trata de volver a lo esencial, desembarazarse de todo el barro que se nos ha acumulado con el tiempo, y volver a potenciar la dignidad del Hombre.
Unos han de buscar una democracia que vuelva a tener como finalidad el Hombre. Hacer un mundo fraterno, sin desigualdades. Un mundo en que el político sea realmente alguien que busca el bien de la sociedad, no su propio bien.
La Iglesia ha de volver a la esencia del Evangelio. Al Hombre Jesús, modelo de todos los hombres, y por ello el único capaz de llevarnos a Dios. Ha de comprender que el Reino de Dios comienza ya en este mundo. Y no es un reino de poder y dominio, sino el reinado del Amor, de la fraternidad, de la sencillez...
El texto de Valery podría llevarnos al pesimismo y pensar que todo está a punto de acabar. Al contrario, nos señala que tenemos por delante un futuro para lograr un mundo mejor y eliminar todos nuestros planteamientos erróneos. Sólo fracasaremos si nos obsesionamos en que todo siga igual. Si sólo vemos nuestros intereses egoístas y olvidamos, que todos somos responsables de hacer de este mundo una sociedad solidaria, el Reino de Dios...Hay mucho por hacer...Si realmente amamos a la Iglesia, lucharemos para hacerla cada día más cercana a la Iglesia de Jesús, aunque ello nos traiga sufrimiento y problemas. Al menos, los creyentes tenemos una ventaja sobre los políticos: sabemos que el Espíritu está con nosotros y no nos abandonará...
¡¡¡Chapeau!!! Lo has "clavao" (casi sobran las comillas, casi todos los políticos hablan así, sobre todo alguno que utiliza mucho ese tiempo verbal)
ResponderEliminarLa verdad es que yo, que no soy pesimista, ultimamente lo veo todo algo más negro de lo habitual, pero en el fondo estoy convencida de que toda esta situación también pasará, como lo han hecho otras, pero también pienso que para eso unos y otros deberíamos de tener algo más de empatía y procurar ver las cosas no solo desde nuestro punto de vista, sino también desde el de los demás
No podemos empeñarnos en que las cosas sigan igual, pero el cambio tiene que ser hacia delante, nunca hacia atrás, politicamente pensar más en la persona que en el dinero (¿?), a nivel Iglesia, no estaría mal, como tú dices, volver a la esencia del Evangelio, al compartir, al pensar más en el otro que en el yo y olvidarnos de tantas discrepancias, de tanto seguir la letra pensando solo en los ritos, en las normas, en lugar de tener más presente el espíritu que es lo realmente importante
Un abrazo y feliz día
Gracias Joan Josep, per aquest escrit que fa reflexionar.
ResponderEliminarUna abraçada, Montserrat
Las livertades, estan a-y, los valores, si se han perdido, es por dejadez de la sociedad: Ho de lñas familias: no por las livertades;pues estas estan para husarlas quien quiera.
ResponderEliminarSe deben de hacer nuevos planteamientos: tanto en la politica, como en la religión: pues la inmovilidad: nos pierde.
Nos devemos de aventurar,pero no tenemos motivación, ni energia: pero los valores que parecen perdidos: siempre laten, estan aqui, en medio de la marabunda,que parte tiene valores; y parte no: pero estos hacen mas ruido una abraçada julio
Aprender de los tiempos difíciles.. aprender a ir en busca de DIOS, de lo divino dentro de nuestro ser, de nuestra vida. Sólo ese contacto íntimo nos ayudará a la comptensión, a la compasión, a poder trascender tanta oscuridad y dolor, enfocando nuestro corazón al CRISTO INTERIOR.
ResponderEliminarGracias, estimàt Josep...
Un aabraçada, germà!
Carme