Acababan de ver por la TV un programa en el que la gente donaba dinero para personas necesitadas. El joven seguidor comentó:
- Todavía hay gente buena que es capaz de ayudar a los demás.
El Anacoreta sonrió pícaramente y dijo:
- Sí, la limosna está muy bien; pero a veces sólo es una forma de acallar nuestra conciencia y de dejar que las cosas sigan sin cambiar.
Ante la mirada de estupor del joven, el anciano prosiguió:
- A menudo, ese dinero que damos, es el fruto de las injusticias que cometemos y en realidad no nos pertenece. Hay que ayudar con dinero, sí, pero, sobre todo, hay que luchar por cambiar nuestra sociedad. Tenemos que cambiar nuestra forma de vivir, que es la que hace que unas personas tengan más que otras y que el dinero se acumule en unos pocos bolsillos. Hemos de dar dinero...pero también hay que dar nuestras vidas para cambiar el mundo. Si no, lo único que conseguimos es acallar nuestra conciencia.
El anacoreta es un revolucionario,
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