jueves, 22 de mayo de 2014

EL ANACORETA Y LA VIDA UNIFICADA


Aquel hombre llegó desesperado.
- Estoy totalmente desorientado en mi vida. No paro ni un momento. El trabajo me absorbe, recibo constantemente llamadas, mensajes, twiters y wasaps en el móvil. Cuando llego a casa estoy tan disperso que no escucho lo que me cuenta mi esposa sobre mis hijos. Y hasta mis sueños hacen turbulentas mis noches. Creo que mi vida no tiene sentido.
Lo miró con simpatía el Anacoreta y le invitó a sentarse. Dejó pasar unos instantes, durante los cuales sonó dos veces el móvil, y dijo:
- Nuestra sociedad nos dispersa totalmente. De manera que vivimos vidas fragmentadas, varias vidas inconexas, que hacen que al final no sabemos ni quienes somos, ni qué buscamos, ni qué queremos...
Volvió a guardar silencio, lo que aprovechó aquel hombre para cerrar el móvil. El anciano siguió:
- Los cristianos tenemos una forma de unificar nuestra vida: vivir la presencia de Dios. Si nos habituamos a vivir su presencia, todo lo vemos de forma diferente. El trabajo, las personas, la familia, los sucesos...Todo lo vivimos unidos a Dios. Entonces nuestra vida es una y cobra sentido. Vemos a Dios en todo. En las personas, conocidas o no, familia o compañeros de trabajo. Nos sentimos inmersos en un proyecto común: el de hacer de este mundo un mundo mejor. Hacer que en este mundo se haga visible el Reino. 

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