"Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello, y se puso a besarlo." (Lc 15,20)
Tengo amigos, que al escuchar esta parábola del Hijo Pródigo (debería llamarse del Padre Bueno), o la de los trabajadores a diferentes horas de la viña, exclaman que Dios no es justo. Y es cierto. La justicia de Dios no es nuestra justicia: es Amor. Dios no está con el Código Penal o el Código Civil en la mano. Dios, como el padre de la parábola, está oteando el horizonte en espera de nuestro regreso. Y no sólo esto, sino que echa a correr en nuestra busca, nos abraza y nos besa. Nosotros, o somos hijos pródigos que regresamos al Padre porque tenemos hambre, o somos hijos mayores que nos creemos perfectos con todos los derechos. Ni unos ni otros entendemos el Amor de Dios.
Señor, ayúdame a reconocerme , pecadora y no perfecta, gracias.
ResponderEliminarA tots ens agrada recuperar allò que donavem per perdut; d'aquí l'alegria irracional del pare quan veu que el fill se li atansa. Crec que tots faríem igual, precisament perquè la reacció es basa en l'amor i no pas en la justícia. Ara bé, l'enveja dels altres potser té més a veure en la seva interpretació de la justícia que no pas en l'amor...
ResponderEliminarUna abraçada, Joan.