"Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo:
– Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
El evangelio de hoy debemos completarlo con la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles. Allí Lucas nos narra la Ascensión de una forma gráfica. Mateo se ciñe más a su significado estricto. Jesús nos encomienda una misión y nos promete que no nos abandonará nunca. La misión es la de hacer discípulos. La de llevar a todo el mundo hacia Dios. Y eso se hace cumpliendo los mandatos que Jesús nos dio: amar a Dios y amar al prójimo.
Lucas, para que no nos quedemos en lo anecdótico, nos presenta a los ángeles diciendo a los discípulos: ¿Qué hacéis mirando al cielo? Por desgracia, muchas veces hemos considerado la religión como un seguir mirando al cielo. Y es a nuestro alrededor hacia donde debemos mirar. Seguir a Jesús no nos puede separar de la realidad. Seguir a Jesús, es cumplir su mandato de hacer del Reino una realidad, ya en este mundo. Ese Reino que lo es del amor. Un reino en el que todos seamos hermanos. Un Reino sin guerras ni diferencias. Un reino de justicia.
Ser cristiano es moverse en favor de los demás. Ser cristiano, es saber que, a pesar de las dificultades, Jesús siempre estará junto a nosotros. Él nunca nos abandonará. Si de verdad le seguimos, somos uno con Él.
El evangelio de hoy debemos completarlo con la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles. Allí Lucas nos narra la Ascensión de una forma gráfica. Mateo se ciñe más a su significado estricto. Jesús nos encomienda una misión y nos promete que no nos abandonará nunca. La misión es la de hacer discípulos. La de llevar a todo el mundo hacia Dios. Y eso se hace cumpliendo los mandatos que Jesús nos dio: amar a Dios y amar al prójimo.
Lucas, para que no nos quedemos en lo anecdótico, nos presenta a los ángeles diciendo a los discípulos: ¿Qué hacéis mirando al cielo? Por desgracia, muchas veces hemos considerado la religión como un seguir mirando al cielo. Y es a nuestro alrededor hacia donde debemos mirar. Seguir a Jesús no nos puede separar de la realidad. Seguir a Jesús, es cumplir su mandato de hacer del Reino una realidad, ya en este mundo. Ese Reino que lo es del amor. Un reino en el que todos seamos hermanos. Un Reino sin guerras ni diferencias. Un reino de justicia.
Ser cristiano es moverse en favor de los demás. Ser cristiano, es saber que, a pesar de las dificultades, Jesús siempre estará junto a nosotros. Él nunca nos abandonará. Si de verdad le seguimos, somos uno con Él.
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