"Jesús salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con mucha fiebre, y rogaron a Jesús que la sanase. Jesús se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al momento, ella se levantó y se puso a atenderlos.
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. De muchos enfermos salieron también demonios que gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al amanecer, Jesús salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado. Pero la gente le buscó hasta encontrarle. Querían retenerlo para que no se marchase, pero Jesús les dijo:
– También tengo que anunciar las buenas noticias del reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto he sido enviado.
Así iba Jesús anunciando el mensaje en las sinagogas de Judea."
Un día más encontramos a Jesús cumpliendo su misión: sanar, eliminar el mal y anunciar la Buena Nueva, el Reino. Pero hoy encontramos un detalle que no debemos obviar. Jesús cura a la suegra de Pedro, y lo primero que ella hace, es servir a los demás. Esa es la señal de que el mal ha desaparecido de nosotros: que servimos, que nos entregamos a los demás. Todo lo demás son palabras vanas. También es importante hoy, la precisión que hace Jesús: Él ha sido enviado a todos. No podemos apropiarnos de Jesús. |
miércoles, 5 de septiembre de 2018
LA MISIÓN DE JESÚS
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