"Por aquel entonces, los discípulos se pusieron a discutir quién de ellos sería el más importante.Jesús, al darse cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño, lo puso junto a ély les dijo:
– El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió. Por eso, el más insignificante entre todos vosotros, ese será el más importante.
Juan le dijo:
– Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, pero como no es de los nuestros se lo hemos prohibido.
Jesús le contestó:
– No se lo prohibáis, porque el que no está contra nosotros está a nuestro favor."
El Dios de Jesús, es el Dios de los sencillos. Por eso, una sociedad que busca el poder, el dinero, la fuerza, no puede entender a Dios y cada día está más lejos de Él.
"Encontramos en el evangelio otra etapa de la vida de Jesús, comienza el itinerario hacia Jerusalén. En ese proceso, Jesús confiesa que su propuesta de entrega estará encaminada en la manifestación del Espíritu en la inclusión y servicio al débil, pero los discípulos estaban con el modelo tradicional de estructuras de poder: primeros/últimos, opresores/subordinados y disputas por los primeros puestos. Desde ese ambiente, Jesús toma un niño y lo pone a su lado, mostrando la acogida que debe tener el reino de Dios. Las comunidades como fruto de su vocación, están llamadas a acoger a los pequeños desde la diakonía (servicio de corazón). Seguidamente, aparece el diálogo de Jesús con uno de sus discípulos sobre un exorcista que es externo al grupo, pero con una vinculación en el entender la fuerza divina que lo asiste (en tu nombre), con la novedad de la valoración de la acción misionera de otros grupos ¿Cómo acojo a los débiles en la comunidad? ¿Valoro los dones de otras acciones misioneras en mi entorno?" (Koinonía)
"Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidasl y todos los días celebraba brillantes fiestas.Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico.Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas.Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.
El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él.Entonces gritó: ‘¡Padre Abraham, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.’Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.’
El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre,donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.’Abraham respondió: ‘Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’El rico contestó: ‘No se lo harán, padre Abraham. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.’Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite.’"
Con esta parábola Jesús nos sigue diciendo, que el dinero no es un valor en el Reino. Es más, el dinero impide entrar en el Reino. Nuestra sociedad es la de las diferencias. Nosotros, los del Norte, somos "epulones" y vivimos a costa del Sur y del Cuarto Mundo. Mientras no dejemos de lado el dinero como valor, no podremos cambiar nuestra sociedad y no podremos decir que es cristiana. "Leemos hoy una parábola del evangelio de Lucas. Se llamaba Lázaro (nombre derivado del hebreo el’azar que significa “Dios ayuda”), aunque en vida no gozó, al parecer, de la ayuda divina. Le tocó en desgracia ser mendigo, como a tantos millones de seres humanos hoy, estar postrado en el portal de la casa de un rico sin nombre, uno de tantos, al que tradicionalmente se le ha calificado de “epulón”, o sea, “banqueteador”.
Lázaro o “Dios ayuda” tenía en realidad pocas aspiraciones: se contentaba con llenarse el estómago con lo que tiraban de la mesa del rico, las migajas de pan en las que los señores se limpiaban las manos a modo de servilletas. Pero ni siquiera esto pudo conseguirlo, pues nadie le hizo entrar a la sala del banquete. Para colmo, unos perros callejeros, animales considerados impuros y en estado semisalvaje, tan comunes en la antigüedad, se le acercaban para lamerle las llagas. Imposible mayor marginación: pobreza e impureza de la mano. Nada dice el evangelio de las creencias religiosas de este hombre, con razones sobradas para dudar seriamente de la reconocida compasión divina para con el pobre y el oprimido. Tal vez ni siquiera tuviese tiempo ni ganas de pararse a pensar en semejantes disquisiciones teológicas.
Tanto al rico como al pobre les llegó la hora de la muerte, a partir de la cual se cambiarían en el más allá las tornas, como pensaban los fariseos. Aunque, dicho sea de paso, con esto del “más allá”, quienes hacían de la religión baluarte de conservadurismo e inmovilismo han invitado mil veces a la resignación, tildada de “cristiana”, a la paciencia y al mantenimiento de situaciones injustas a los que las sufrían; en el más allá -se decía- Dios dará a cada uno su merecido. Aunque siempre cabe pensar: ¿y por qué no ya desde el más acá?
Para muchos predicadores, satisfechos con la imagen de un Dios que “premia a los buenos y castiga a los malos”, como el dios que profesaban los fariseos, la parábola terminaba en el más allá contemplando el triunfo del pobre y la caída del rico. Apenas se comentaba la última escena, clave importante para comprender su mensaje. De ser así, esta parábola sería una invitación a aceptar cada uno su situación, a resignarse, a cargar con su cruz, a no rebelarse contra la injusticia, a esperar un más allá en el que Dios arregle todos los desarreglos y desmesuras humanas. Entendido así, el mensaje evangélico se hermanaría con un conformismo a ultranza que ayuda a mantener el desorden establecido, la injusticia humana y las clases sociales enfrentadas.
Pero esta parábola no es una promesa para el futuro. Mira a la vida presente y va dirigida a los cinco hermanos del rico, que continuaban –después de la muerte de su hermano y de Lázaro– en la abundancia y el despilfarro. Por eso, el rico, alarmado por lo que espera a sus hermanos si siguen viviendo de espaldas a los pobres, pide a Abrahán que envíe a Lázaro a su casa, a sus hermanos, para que los prevenga, no sea que acaben en el mismo lugar de tormento. Para cambiar la situación en que viven sus hermanos, el rico epulón piensa que hace falta un milagro: que un muerto vaya a verlos. Crudo realismo de quien conoce la dinámica del dinero, que cierra el corazón humano a la evidencia de la palabra profética, al dolor y al sufrimiento del pobre, a la exigencia de justicia, al amor e incluso a la voz de Dios. El dinero deshumaniza. Me remito a la experiencia de cada uno." (Koinonía)
"Mientras todos seguían asombrados por lo que Jesús había hecho, dijo él a sus discípulos:
– Oíd bien esto y no lo olvidéis: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
Pero ellos no entendían estas palabras, pues Dios no les había permitido entenderlo. Además tenían miedo de pedirle a Jesús que se las explicase."
Al igual que ayer, Jesús anuncia su muerte. Está invitando a sus discípulos a seguir su camino; pero ellos no lo entienden. En realidad no comprenderán el misterio de la Cruz hasta la resurrección y hasta que el Espíritu descienda sobre ellos. "Después de la confesión de fe de Pedro, encontramos un contraste, por un lado la gente queda maravillada por las palabras y las acciones de Jesús, y por otro lado, Jesús afirma que será preso y será entregado en manos de los hombres. En cuanto a los discípulos se percibe que escuchan a su maestro, pero no entendían el discurso sobre la cruz. Las palabras de Jesús: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres”, recoge el aspecto de la solidaridad que pide de su comunidad para seguirlo, hasta su muerte. Aparece el título cristológico “el Hijo del Hombre”, que recoge la dimensión humanizadora del reino de Dios, que no tenían las ideologías de turno. Jesús, al presentarse como Hijo del Hombre ante los discípulos, los invita a realizar el reino de Dios humano y humanizador, estableciendo como valores fundamentales el bien de la persona y el servicio a los demás ¿Cómo conjugamos la autenticidad de vida y el seguimiento de Jesús?" (Koinonía)
"Un día estaba Jesús orando, él solo. Luego sus discípulos se le reunieron, y él les preguntó:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros, que uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– El Mesías de Dios.
Pero Jesús les encargó mucho que no se lo dijeran a nadie.
Les decía Jesús:
– El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará."
Pedro dice que Jesús es el Mesías de Dios. Jesús, para que no se hagan falsas ideas, añade el anuncio de su muerte en Cruz. Y es que, muchas veces, tenemos una idea triunfalista de la religión y olvidamos que seguir a Jesús es entrega. Que hay que seguirlo hasta la Cruz.
"Continuamos con la pregunta sobre Jesús, ayer la pregunta era desde Herodes, hoy nos encontramos con la percepción de los apóstoles dando la misma opinión de las personas de su pueblo. Seguidamente, viene el anuncio de la pasión. Jesús después de un momento de oración pregunta a sus discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo? En Lucas, la oración aparece en momentos importantes de su vida, la confesión de fe es significativa para la misión de Jesús. La respuesta de Pedro: “El Mesías de Dios” es una confesión que será completada en la cruz. El seguimiento de Jesús no se comprende por una instrucción técnica, sino por seguir el mismo camino de Galilea a Jerusalén, el camino de la entrega, del abandono, del servicio, de la disponibilidad y de la aceptación del conflicto en la cruz ¿Cuál es el Jesús más común en el modo de pensar de la gente? ¿Estamos dispuestos a seguir al Señor hasta la cruz?" (Koinonía)
"El rey Herodes oyó hablar de Jesús y de todo lo que hacía. Y no sabía qué pensar, porque unos decían que era Juan, que había resucitado;otros, que había aparecido el profeta Elías, y otros, que era alguno de los antiguos profetas que había resucitado.Pero Herodes dijo:
– Yo mismo mandé que cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién, pues, será este de quien oigo contar tantas cosas?
Por eso Herodes tenía ganas de ver a Jesús."
Si queremos seguir a Jesús debemos conocerlo. Nuestro cristianismo es tibio y débil, porque no tenemos una idea clara sobre quién es Jesús. Respondemos con frases hechas: el Hijo de Dios, el Salvador, el Cristo, la Palabra de Dios hecha carne...Pero si eso no se traduce después en nuestra vida, son meros conceptos. Si nuestra vida es entrega, amor, donación total...Si nuestra oración nos une cada día más a Dios, es la prueba de que, en la práctica, sabemos quién es Jesús. Y así lo transmitiremos a los demás. "El texto bíblico comienza con una valoración de lo que Herodes y la gente dicen de Jesús. Aparecen percepciones de Jesús como profeta. Herodes deseaba ver a Jesús, quizá para matarlo como hizo con Juan Bautista. Las opiniones de la gente son similares a la pregunta que Jesús hace a sus discípulos ¿quién dice la gente que soy yo? Las personas querían ubicar a Jesús en categorías veterotestamentarias, pero esos criterios eran insuficientes. Lucas pretende mostrar las amenazas hacia Jesús. Llama la atención que Jesús muestra que Herodes no tiene ningún poder sobre él. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a decirle: “Vayan y digan a ese zorro: mira, hoy y mañana expulso demonios y realizo sanaciones; pasado mañana terminaré” (Lc 13,32) y en la Pasión Jesús no le da ninguna respuesta a Herodes. Es tarea del creyente hablar de Jesús, asumir su propuesta del reino y su talante profético por medio del seguimiento ¿Quién es Jesús para mí? ¿Me siento comprometido a seguirlo o solo escucho de él?" (Koinonía)
"Reunió Jesús a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y sanar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.Les dijo:
– No llevéis nada para el camino: ni bastón ni bolsa ni pan ni dinero ni ropa de repuesto.En cualquier casa donde entréis, quedaos hasta que os vayáis del lugar.Y si en algún pueblo no os quieren recibir, salid de él y sacudíos el polvo de los pies, para que les sirva de advertencia.
Salieron, pues, y fueron por todas las aldeas anunciando la buena noticia y sanando enfermos."
Jesús nos envía a curar, a asistir a los más débiles, a proclamar la Buena Nueva. Y todo ello en la pobreza, en la gratuidad. Esta es nuestra misión.
"En el evangelio de hoy, los discípulos son convocados por el Maestro y enviados a una misión con un objetivo claro: expulsar los demonios, curar las dolencias y anunciar el reino de Dios. La muchedumbre observaba la autoridad de Jesús sobre los demonios, las curaciones y el anuncio de la Buena Nueva. Jesús envía a sus discípulos haciéndoles las siguientes recomendaciones: 1) Confiar en la hospitalidad, el discípulo no tiene nada y depende de todo, con la confianza que va a ser recibido. 2) Compartir la vida, insertarse en la vida de los destinatarios de la misión, compartiendo casa y comida. 3) Curar a los enfermos y expulsar a los demonios, defender a los excluidos. 4) Aceptar la comunión de la mesa, cercanía con las personas, superando el miedo a perder la pureza. La finalidad de la misión es proclamar la cercanía del reino, que acontece en la liberación de los males y la opresión, y la fraternidad universal superando los criterios de exclusión ¿Cómo podemos continuar la misión de los apóstoles hoy?" (Koinonía)
"La madre y los hermanos de Jesús acudieron a donde él estaba, pero no pudieron acercársele porque había mucha gente.Alguien avisó a Jesús:
– Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.
Él contestó:
– Los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, esos son mi madre y mis hermanos."
Sabemos, por otros lugares del Evangelio, que familiares y vecinos de Jesús no lo entendieron. En este texto, no es que desprecia a su madre. Jesús nos dice que todos podemos ser familiares suyos. Si oímos el mensaje, la Palabra de Jesús y la ponemos en práctica. Cosa que María, que guardaba en su corazón lo que veía y oía de su Hijo, cumplía perfectamente. Pero nosotros, ¿podemos decir que somos familia de Jesús? ¿Escuchamos y cumplimos su Palabra?
"El episodio evangélico, describe un momento tenso entre Jesús y su familia, episodio presente también en Marcos. La familia busca a Jesús, posiblemente venía de Nazaret, y había recorrido unos cuarenta kilómetros. A diferencia del evangelio de Marcos, solo aparece el recado: “Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte”. Según Marcos, a Jesús se lo querían llevar porque pensaban que había enloquecido (Mc 3, 21). Jesús propone un modelo de familia que no sea obstáculo para la misión, cuyos integrantes reciben la Palabra, creen en Jesús, nacen de Dios y forman parte de su familia. Para el desarrollo del Reino, es necesario superar los límites insulares de la pequeña familia y tener apertura a la creación de comunidad. En la época de Jesús, la familia era un modelo jerarquizado y él propone un modelo enfatizando el servicio, no la jerarquía ¿Nuestra familia posibilita vincularme a la comunidad cristiana? ¿Cuál es mi aporte a la comunidad cristiana desde la obediencia a la Palabra?" (Koinonía)
"Nadie enciende una lámpara para taparla con una olla o ponerla debajo de la cama, sino que la pone en altoh para que tengan luz los que entran.De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro.
Así que oíd bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que cree tener se le quitará."
Nos quejamos de que nuestra sociedad se descristianiza. Y, a veces, tenemos vergüenza de mostrarnos como seguidores de Jesús. Pero hoy nos lo dice claro: no nos debemos ocultar. Debemos iluminar el mundo con nuestra Fe. No, no se trata de propaganda, de grandes eventos para llamar la atención. Si nuestra vida es lo más parecida a la de Jesús. Si vivimos entregados a los demás. Si amamos incluso a los que nos persiguen...seremos luz. Son la suma de nuestras pequeñas luces, las que iluminarán la tierra. "Este evangelio es una prolongación de la parábola de la semilla (Lc 8,9-15). La predicación de la Palabra debe irradiarse a los demás. Además, Jesús insiste a sus discípulos a que tengan en cuenta las ideas preconcebidas presentes en ellos, cuando escuchaban su enseñanza. Es decir, una concepción del Mesías con las categorías de triunfo imperantes en la sociedad, será difícil entender la enseñanza de Jesús sobre el sufrimiento y la persecución. Por tanto, el que escucha la Buena Nueva es una luz escondida. Como creyentes corremos el riesgo que nuestra escucha de la Palabra, no nos haga discípulos del Señor sino alcancías que solo reciben. El discípulo del Señor escucha la Palabra que no está para esconderse sino para ser luz transformadora que genera una conversión radical, propia de un auténtico discípulo que asuma por completo la causa de Jesús ¿Comparto la luz de la Palabra con los que están a mi alrededor? ¿Tengo ideas preconcebidas que me impiden responder auténticamente como discípulo del Señor?" (Koinonía)
- Un hombre rico tenía un administrador que fue acusado de malversación de bienes.El amo le llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que me dicen de ti? Dame cuenta de tu trabajo porque no puedes seguir siendo mi administrador.’El administrador se puso a pensar: ‘¿Qué haré ahora que el amo me deja sin empleo? No tengo fuerzas para cavar la tierra, y me da vergüenza pedir limosna...Ah, ya sé qué hacer para que haya quienes me reciban en sus casas cuando me quede sin trabajo.’Llamó entonces uno por uno a los que tenían alguna deuda con el amo, y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’Le contestó: ‘Cien barriles de aceite.’ El administrador le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Siéntate en seguida y apunta sólo cincuenta.’Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto le debes?’ Este le contestó: ‘Cien medidas de trigo.’ Le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Apunta sólo ochenta.’El amo reconoció que aquel administrador deshonesto había actuado con astucia. Y es que, tratándose de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz.
Os aconsejo que uséis las riquezas de este mundo malo para ganaros amigos, para que cuando esas riquezas se acaben haya quien os reciba en las moradas eternas.
El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.De manera que, si con las riquezas de este mundo malo no os portáis honradamente, ¿quién os confiará las verdaderas riquezas?Y si no os portáis honradamente con lo ajeno, ¿quién os dará lo que os pertenece?
Ningún criado puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero."
Jesús es así de taxativo. Y es que el dinero es la principal causa de los males en este mundo. Mientras sigamos privilegiando el tener dinero por encima de todo, nuestra sociedad estará llena de diferencias, no acabarán las guerras y no podremos formar una gran familia. "Esta parábola – no siempre bien interpretada – va dirigida a los fariseos que son amigos del dinero, su verdadero Dios. Representa, como tantas otras, un caso extremo: un hombre que está a punto de ser despedido de su trabajo y que necesita actuar urgentemente para garantizarse el futuro, antes de quedarse sin empleo. Para ello plantea una estrategia. Acusado de derrochar los bienes de su amo (16,1), causa por la que se va a quedar sin trabajo, decide rebajar la cantidad de la deuda de cada uno de los acreedores de su amo, renunciando a la comisión que le pertenece como administrador. Es sabido que los administradores no recibían en Palestina un sueldo por su gestión, sino que vivían de la comisión que cobraban, poniendo con frecuencia intereses desorbitados a los acreedores. La actuación de administrador debe entenderse así: el que debía cien barriles de aceite había recibido prestados cincuenta nada más, los otros cincuenta eran la comisión correspondiente a la que el administrador renuncia con tal de granjearse amigos para el futuro. Renunciando a su comisión, el administrador no lesiona en nada los intereses de su amo. De ahí que el amo lo felicite por saber garantizarse el futuro dando el “injusto dinero” a sus acreedores.
El amo alaba la estrategia de aquel “administrador de lo injusto”, calificativo que se da en el evangelio de Lucas al dinero, pues, en cuanto acumulado, procede de injusticia o lleva a ella.
Para Lucas, todo dinero es injusto. Ahora bien: si uno lo usa –desprendiéndose de él– para "ganarse amigos", hace una buena inversión no en términos bursátiles, ni bancarios, sino en términos humanos cristianos. El injusto dinero, como encarnación de la escala de valores de la sociedad civil, sirve de piedra de toque para ensayar la disponibilidad del discípulo a poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados.
El “injusto dinero” es calificado en la conclusión de la parábola como "lo de nada" y "lo ajeno", en cuanto opuesto a "lo que vale de veras, lo importante, lo vuestro”. Y “lo que vale de veras” no es el don del dinero, sino el del Espíritu de Dios que comunica vida a los suyos (“cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden”, cf. Lc 11,13). Eso sí, para recibir el Espíritu (que es comunicación de la vida de Dios que potencia al hombre) se requiere el desprendimiento y la generosidad hacia los demás (11,34-36).
La parábola termina con esta frase lapidaria: “No pueden servir a Dios y al dinero”. La piedra de toque de nuestro amor a Dios es la renuncia al dinero. El amor al dinero es una idolatría. Hay que optar entre dos señores: no hay término medio. El campo de entrenamiento de esta opción es el mundo, la sociedad, donde los discípulos de Jesús tienen que compartir lo que poseen con los que no lo tienen, con los oprimidos y desposeídos, los desheredados de la tierra.
El afán de dinero es la frontera que divide el mundo en dos; es la barrera que nos separa de los otros y hace que el mundo esté organizado en clases antagónicas: ricos y pobres, opresores y oprimidos; el ansia de dinero es el enemigo número uno que imposibilita que el mundo sea una familia unida donde todos se sienten a la mesa de la vida. Por eso el discípulo, para garantizarse el futuro, debe estar dispuesto en el presente a renunciar al dinero que lleva a la injusticia y hace imposible la fraternidad." (Koinonía)
"Al salir Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos para Roma. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Mateo se levantó y le siguió.
Sucedió que Jesús estaba comiendo en la casa, y muchos cobradores de impuestos, y otra gente de mala fama, llegaron y se sentaron también a la mesa con Jesús y sus discípulos.Al ver esto, los fariseos preguntaron a los discípulos:
– ¿Cómo es que vuestro maestro come con los cobradores de impuestos y los pecadores?
Jesús los oyó y les dijo:
– Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos.Id y aprended qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Pues yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."
En este texto Jesús llama a Mateo un publicano. Los publicanos eran odiados por el resto de los judíos. Se aprovechaban de su puesto para enriquecerse a costa de los demás. Jesús no sólo llama a uno de ellos a seguirlo, sino que entra en su casa y come rodeado de gente considerada pecadora. Ante las críticas, Jesús responde que Él está con los que le necesitan. Y nos invita a ser compasivos, a amar, antes que a ofrecer sacrificios. ¿Cuándo aprenderemos a estar junto a los que nos necesitan y no junto a los poderosos? "Hoy celebramos a san Mateo, a quien la tradición atribuye la composición del evangelio que lleva su nombre, y que tuvo amplia aceptación en las iglesias de entonces. Mateo era recaudador de impuestos, y por lo mismo gente de posición social y quizá adinerado. Su puesto de publicano estaría en Cafarnaum, y lo hace colaborador de la familia de Herodes Antipas; él sería uno de los motivos para acusar a Jesús de ser “ser amigo de prostitutas y publicanos” Jesús lo llamó a seguirlo y él dejó su oficio para hacerse discípulo. San Mateo encarna el mensaje de la salud que Dios oferta en Cristo Jesús. Entre las tareas evangelizadoras de la Iglesia, quizá uno de los pendientes sea la capacitación para leer y escribir las experiencias de la salvación. Leer y escribir significa para el creyente la posibilidad de relacionar conceptos e ideas, más allá de memorizar un credo. Leer y escribir representa tiempo para entender el propio caminar como un proyecto de fe, esperanza y amor; es oportunidad de encuentro fraternal y sororal para discernir y madurar el sentido de comunidad. Leer y escribir es condición para el liderazgo bautismal." (Koinonía)
"Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas proclamando y anunciando el reino de Dios. Le acompañaban los doce apóstolesy algunas mujeresa que él había librado de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; también Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que los ayudaban con lo que tenían." El texto de hoy nos dice que seguían a Jesús los doce apóstoles y algunas mujeres. Esto es sorprendente, porque ni profetas, ni rabinos aceptaban mujeres como discípulas y seguidoras. En el Antiguo Testamento vemos a las mujeres marginadas. Son personas de segunda categoría, siempre bajo las decisiones de los hombres. Ayer ya vimos cómo la actitud de Jesús ante aquella mujer de mala fama es de acogida. Ello provocaba el escándalo del fariseo. Hoy se nos dice que, algunas de aquellas mujeres habían sido pecadoras y enfermas. Jesús no solamente las acoge, sino que se deja ayudar por ellas. Depende en cierta manera de ellas. Tras la resurrección será a ellas a las que se aparecerá primero. Todo esto debería hacernos reflexionar sobre los errores que hemos cometido en nuestra actitud con las mujeres. Las hemos reducido a sirvientas de la Iglesia, apartándolas de los puestos de decisión. Sin embargo son ellas las que han asegurado la catequesis. Las que han formado el núcleo creyente dentro de las familias. ¿Cuánto tardaremos en colocarlas donde Jesús las colocó?
"Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa,cuando una mujer de mala fama que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume.Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con sus lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume.Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús pensó: “Si este hombre fuera verdaderamente un profeta se daría cuenta de quién y qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando.Entonces Jesús dijo al fariseo:
–Simón, tengo algo que decirte.
– Dímelo, Maestro – contestó el fariseo.
Jesús siguió:
– Dos hombres debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta:pero, como no le podían pagar, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora dime: ¿cuál de ellos le amará más?
Simón le contestó:
– Me parece que aquel a quien más perdonó.
Jesús le dijo:
– Tienes razón.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
– ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No derramaste aceite sobre mi cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies.Por esto te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien poco se perdona, poco amor manifiesta.
Luego dijo a la mujer:
– Tus pecados te son perdonados.
Los otros invitados que estaban allí comenzaron a preguntarse:
– ¿Quién es este que hasta perdona pecados?
Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer:
– Por tu fe has sido salvada. Vete tranquila."
Jesús vuelve a mostrarnos que Dios es misericordioso. Seguramente aquella mujer había escuchado sus palabras y se había dado cuenta de que podía cambiar, que Dios la acogía a pesar de sus pecados.
El fariseo se cree perfecto y no cree en la misericordia de Dios. Se escandaliza de que Jesús se deje tocar por aquella mujer.
Nosotros tenemos tendencia a marginar a aquellas personas que consideramos malas, a apartarlas. Dios sin embargo las acoge. Él, como vimos el otro día, es el padre bueno que acoge al hijo pecador. Es el pastor que busca la oveja perdida.
El fariseo no encuentra a Dios porque no se considera pecador. Y es que todos somos pecadores, pero sólo cuando lo reconocemos nos damos cuenta de la gran misericordia de Dios.
"¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece?Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; cantamos canciones tristes y no llorasteis.’Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís que es un glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran los impuestos para Roma.Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados."
A Jesús los criticaban por anunciar un Dios de misericordia y a Juan por predicar un Dios severo. Pero el problema no estaba en las críticas. Somos libres de tener nuestras opiniones. El problema radicaba que sus juicios no se transformaban en una conversión. Seguían con una religión sin vida, basada en preceptos y ritos. En nuestra sociedad ocurre algo parecido. Criticamos la religión haga lo que haga. Aquél Obispo sólo piensa en defender y proteger a los inmigrantes. Aquel otro sólo le interesa el cumplimiento de las normas y las ceremonias litúrgicas. Ese tiene una teología preconciliar y el otro es demasiado avanzado...Pero nosotros seguimos sin convertirnos, llevando una vida de tibieza, sin compromiso alguno. "Uno de los grandes retos que enfrenta el cristiano es el de saber interpretar correctamente los signos de los tiempos. El evangelio denuncia que los contemporáneos de Jesús “ni pichan, ni cachan, ni dejan batear” como dice el proverbio popular; se ocupan de todo, pero sin hacer algo eficaz. La sabiduría consiste en ver la coherencia interna de los acontecimientos, para sacarles su jugo de salvación; sus hijos lo hacen. La conciencia crítica, sin embargo, es lo que menos interesa fomentar a aquellos que abusan de la falta de criterio de las personas, sea en el ámbito religioso, cívico o familiar. Por lo mismo, las opiniones y juicios críticos son desechados con facilidad y hasta se ridiculiza a quienes los formulan. Preguntar por la razón de los eventos, interrogar por la meta a conseguir, e indagar por los pasos de un proceso, son tareas indispensables en las que debemos ejercitarnos continuamente. No podemos caminar sin criterio, a no ser que estemos irresponsablemente dispuestos al autoengaño y a la decepción." (Koinonía)
"Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente.Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba.Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
– No llores.
En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto:
– Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!
Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre.Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
– Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.
También decían:
– Dios ha venido a ayudar a su pueblo.
Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús." Jesús se conmueve ante las lágrimas de esta viuda. Acaba de perder lo único que le quedaba: su hijo. En aquél tiempo esto significaba la pobreza más absoluta para aquella mujer.Jesús le devuelve a su hijo. Este texto de hoy tiene varias lecturas. La primera la compasión de Jesús. Dios no quiere que lloremos. Por eso, ante lo sucedido, la gente exclama que Dios ha venido a ayudar a su pueblo. Otra lectura puede ser, que si nosotros queremos seguir a Jesús, ser sus discípulos, debemos hacer como Él. Dar la vida. Compadecerse y consolar a los demás, no con palabras, sino con hechos. Con acciones que devuelvan la vida a nuestro alrededor. Para acabar, podemos reflexionar, que en estos tiempos en que la violencia de género nos golpea cada día, Jesús libera a esta mujer. "No llores". Y le devuelve al único que puede hacerla sentir mujer libre, con futuro: a su hijo.