El Anacoreta estaba llorando; pero no por dolor o tristeza, sino porque estaba pelando una cebolla. Aprovechó la ocasión para decir a su joven seguidor:
- Todos los hombre escondemos en nuestro interior un tesoro. Un tesoro que no debemos guardar para nosotros, sino que debemos repartirlo por los caminos de la vida.
Mostró la cebolla al joven y añadió:
- Pero con el paso del tiempo, por desgracia, en vez de compartir nuestro tesoro, nos convertimos en cebollas y lo vamos ocultando capa tras capa. Lo recubrimos con cosas que creemos importantes, pero que lo único que hacen es ocultar nuestro verdadero tesoro interior...Cuando seamos capaces de eliminar las capas de nuestros intereses, nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestras ansias de poder y de destacar...encontraremos aquello que realmente es valioso en nosotros y nos hace imprescindibles para los demás...
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