¡Ay de vosotros!, que construís los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros antepasados. Con eso dais a entender que estáis de acuerdo con lo que vuestros antepasados hicieron, pues ellos los mataron y vosotros construís sus sepulcros. Por eso, Dios dijo en su sabiduría: ‘Les mandaré profetas y apóstoles; a unos los matarán y a otros los perseguirán.’ Dios pedirá cuentas a la gente de hoy de la sangre de todos los profetas que fueron asesinados desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Sí, os digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy. ¡Ay de vosotros, maestros de la ley!, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo. Cuando Jesús les dijo estas cosas, los maestros de la ley y los fariseos se llenaron de ira y comenzaron a molestarle con muchas preguntas, tendiéndole trampas para cazarlo en alguna palabra. Jesús sigue imprecando a fariseos, escribas y maestros de la ley. Lo hace por algo en que también caemos nosotros. Hacemos grandes elegios tras su muerte de personas a las que atacamos y criticamos en visa. No nos gustan los "profetas" y los "apóstoles", porque dejan a la vista nuestra miserias; porque nos piden que nos convirtamos. Una vez muertos, ya no pueden molestarnos y les erigimos monumentos. No nos gustan tampoco los que piensan diferente de nosotros. Nos creemos poseedores de la verdad. Como más influyentes somos, más nos esforzamos por enmudecerlos. |
jueves, 17 de octubre de 2024
"DEJARNOS" CONVERTIR
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