"No hay flor que se abra, ni semilla que caiga al suelo, ni una espiga de trigo que se doble al viento por el extremo de su tallo, que no predique y proclame al mundo entero la grandeza y la misericordia de Dios.
No hay un acto de bondad o de generosidad, ni un acto de sacrificio hecho o una palabra de paz y dulzura pronunciada, ni una oración de niño rezada, que no cante himnos a Dios."
(La montaña de los siete círculos, Thomas Merton)
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