Aquel hombre dijo al Anacoreta, que no entendía cómo se podía adorar a alguien que vivió hace dos mil años; un pobre carpintero que bagabundeaba por Palestina y que murió crucificado.
El anciano le dijo:
- Te responderé con una oración que escribió un filósofo danés, Soren Kierkegaard:
"Señor Jesús,
Tu no viniste para ser servido,
ni tampoco admirado,
o, sencillamente, adorado.
Tu has deseado, solamente, imitadores.
Por eso, despiértanos si estamos adormecidos
en este engaño de querer admirarte o adorarte,
en vez de imitarte y parecernos a ti."
Y luego el Anacoreta añadió:
- Es decir, que lo que debemos hacer, es tomar el Evangelio e imitar su vida. Ser seguidores suyos. Si nuestro esfuerzo lo ponemos en adorarlo, somos como aquellos que gritan, ¡Señor, Señor!, pero están muy lejos de Él.
Le miró a los ojos y concluyó:
- No dudes que si empiezas así, acabarás por adorarle, porque lo verás presente en todos los Hombres...
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