El Anacoreta y su joven seguidor se paseaban por la montaña. En un recodo del camino se abrió ante ellos la vista impresionante de un valle hermosísimo. El joven seguidor exclamó:
- ¡Qué maravilla de paisaje! Al contemplarlo parece que el tiempo se detiene...
El Anacoreta se sentó sobre una roca y dijo:
- Eso es amor. Cuando amamos el tiempo se detiene, no existe. Entramos en la eternidad...
Luego, sonriendo al joven, añadió:
- El amor a la naturaleza y el amor al prójimo se complementan. Ambos, si son auténticos se basan en la renuncia a la voluntad de dominio.
Se detuvo un instante antes de concluir:
- El querer dominar la naturaleza nos conduce a su destrucción. El querer dominar al otro nos lleva a la manipulación. Sólo el amor hace que admiremos a la naturaleza y respetemos y hagamos crecer al otro. Simone Weil escribió, que no puede haber contemplación del mundo si no hay amor. La belleza del mundo es el orden del mundo desde el amor...
Y se quedaron un buen rato contemplando aquel paisaje...
El afán de dominar, más que el de estar y compartir, nos lleva a querer más "por tener", sin llegar a entender qué es lo necesario y qué lo superfluo, produciendo esta actitud un desequilibrio social y personal que nos afecta profunda y negativamente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo.
Estoy de acuerdo contigo Pablo
EliminarSonrio... hace un par de horas que he regresado del cumple... Contemplarla, ver sus gestos, sus primeros pasos en lo que será su camino... Si, la amo y amo lo que ella representa y al mirarla ese sentimiento pierde los limites. Hoy me dijerón que, casi seguro, volveran a nacer alas en mis sueños, solo hay que esperar unos meses... mi amor crece, mi familia se hace mayor.
ResponderEliminarMe iba a despedir pero he recordado tu entrada anterior. Joan, tal vez no lo comprendo bien pero , esa forma de afirmar algo niega mi libertad.... quizá tampoco esté yo muy afortunada en las explicaciones.
Un beso y trocito de tarta de cumple