"Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad."
El evangelio de Juan nos sigue relatando la oración de Jesús en la Última Cena.
Nos pone en manos del Padre. Él nos cuidará. pero debemos formar comunidad. Ser uno como el Padre y Jesús.
Pide para nosotros la alegría. Nos hemos empeñado en presentar una religión triste, dolorosa. Jesús quiere que tengamos su alegría.
Jesús también quiere que tengamos la Verdad. Y nos envía a proclamar esta Verdad a todo el mundo.
Como estamos en manos del Padre, podemos tener la seguridad de que podremos cumplir todas estas cosas.
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