"Y les dijo:
- Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas."
Jesús, antes de partir, nos hace misioneros a todos sus discípulos. Debemos anunciar la Buena Nueva por todo el mundo. Y esto debemos hacerlo, no sólo con palabras, sino, sobre todo, con nuestra vida, con nuestras obras.
Debemos hablar nuevas lenguas, es decir, ser dialogantes con todo el mundo, empáticos, poniéndonos en su lugar.
Hemos de luchar contra el mal. No permitir que el veneno del mal nos destruya.
Debemos sanar a todo el mundo, repartir vida a nuestro alrededor.
Esta es la misión de la Iglesia, la misión de sus discípulos. Debemos devolver la esperanza de un mundo mejor a una sociedad que ha perdido su horizonte, que cada día espera menos de la vida. Si queremos mejor el presente, debemos esperar un futuro mejor.
Somos responsables de la Buena Noticia. Y si hoy la sociedad no cree, es porque nosotros no hemos sabido comunicar esa palabras. Nos hemos perdido en teorías y hemos olvidado la Vida, el Amor, que es lo único que puede cambiar este mundo.
Jesús, antes de partir, nos hace misioneros a todos sus discípulos. Debemos anunciar la Buena Nueva por todo el mundo. Y esto debemos hacerlo, no sólo con palabras, sino, sobre todo, con nuestra vida, con nuestras obras.
Debemos hablar nuevas lenguas, es decir, ser dialogantes con todo el mundo, empáticos, poniéndonos en su lugar.
Hemos de luchar contra el mal. No permitir que el veneno del mal nos destruya.
Debemos sanar a todo el mundo, repartir vida a nuestro alrededor.
Esta es la misión de la Iglesia, la misión de sus discípulos. Debemos devolver la esperanza de un mundo mejor a una sociedad que ha perdido su horizonte, que cada día espera menos de la vida. Si queremos mejor el presente, debemos esperar un futuro mejor.
Somos responsables de la Buena Noticia. Y si hoy la sociedad no cree, es porque nosotros no hemos sabido comunicar esa palabras. Nos hemos perdido en teorías y hemos olvidado la Vida, el Amor, que es lo único que puede cambiar este mundo.
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