"Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar."
"Estaban reunidos los discípulos, también cincuenta días después de la
Resurrección (el éxodo de Jesús al Padre) e iban a recoger el fruto de
la siembra del Maestro: la venida del Espíritu que se describe
acompañada de sucesos, expresados como si se tratara de fenómenos
sensibles: ruido como de viento huracanado, lenguas como de fuego que
consume o acrisola, Espíritu (=«ruah»: aire, aliento vital, respiración)
Santo (=hagios: no terreno, separado, divino). Es el modo que elige
Lucas para expresar lo inenarrable, la
irrupción de un Espíritu
que les libraría del miedo y del temor y que les haría hablar con
libertad para promulgar la buena noticia de la muerte y resurrección de
Jesús.
Por esto, recibido el Espíritu, comienzan todos a hablar
lenguas diferentes. Algunos han querido indicar con esta expresión que
se trata de "ruidos extraños"; tal vez fuera así originariamente, al
estilo de las reuniones de carismáticos. Pero Lucas dice "lenguas
diferentes". Así como suena. Poco importa por lo demás averiguar en qué
consistió aquel fenómeno para cuya explicación no contamos con más
datos. Lo que sí importa es saber que el movimiento de Jesús nace
abierto a todo el mundo y a todos, que Dios ya no quiere la uniformidad,
sino la pluralidad; que no quiere la confrontación sino el diálogo; que
ha comenzado una nueva era en la que hay que proclamar que todos pueden
ser hermanos, no sólo a pesar de, sino gracias a las diferencias; que
ya es posible entenderse superando todo tipo de barreras que impiden la
comunicación.
Porque este Espíritu de Dios no es Espíritu de
monotonía o de uniformidad: es políglota, polifónico. Espíritu de
concertación (del latín "concertare": debatir, discutir, componer,
pactar, acordar). Espíritu que pone de acuerdo a gente que tiene puntos
de vista distintos o modos de ser diferentes. El día de Pentecostés, a
más lenguas, no vino, como en Babel, más confusión. "Cada uno los oía
hablar en su propio idioma de las maravillas de Dios". Dios hacía
posible el milagro de entenderse.. Se estrenó así la nueva Babel, la
pretendida de Dios, lejos de uniformidades malsanas, un mundo plural,
pero acorde. Ojalá que la reinventemos y no sigamos levantando muros ni
barreras entre ricos y pobres, entre países desarrollados y en vías de
desarrollo o ni siquiera eso.
Y la venida del Espíritu significó
para aquel puñado de discípulos el fin del miedo y del temor. Las
puertas de la comunidad se abrieron. Nació una comunidad humana, libre
como viento, como fuego ardiente. No sin razón dice Pablo: "Donde hay
Espíritu de Dios hay libertad", y donde hay libertad, autonomía (el ser
humano -y su bien- se hacen ley), y donde hay autonomía, se fomenta la
pluralidad y la individualidad, como camino de unidad, y resplandece la
verdad, porque el Espíritu es veraz y nos guiará por el camino de la
verdad, de la autenticidad, de la vida, como dice Juan en su evangelio.
Que venga un nuevo Pentecostés sobre nuestro mundo –es nuestra oración-
para acabar con esta ola de intolerancia e intransigencia que nos invade
por doquier." (Koinonía)
"...Un senyor..." Pare Nostre
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