Caía la tarde y nuestros solitarios, bajo la palmera, desgranaban unos guisantes que un alma caritativa les había regalado. Y el Anacoreta se puso a reflexionar en voz alta:
- El hombre siempre ha estado preocupado por la libertad. Se cree preisionero de muchas cosas y, otras veces, como los existencialistas, piensa que está condenado a ser libre. Pienso que no se puede hablar de libertad sin reflexionar antes sobre la responsabilidad.
El discípulo callaba y desgranaba guisantes.
- Ser libre no siempre es hacer lo que queremos. Imagínate que eres médico. Estás realizando una operación complicada. Suenan las ocho en el reloj. La hora en que acaba tu jornad laboral. Si eres un buen médico, alguien responsable, ni siquiera oirás el reloj. Hasta que no acabes con éxito aquella operación, no te irás a casa. Y no se te ocurrirá pensar que no has sido libre.
Calló otro momento mientras miraba la espléndida puesta de sol...
- Responsabilidad viene de responder. Ser responsable es la capacidad que teneos de responder de nuestros actos...De responder ante la vida. Si nuestra respuesta es seguir la corriente, dejarnos llevar por lo que dice todo el mundo...no somos responsables. Si respondemos de dentro de nosotros mismos; si respondemos con los otros, pero de forma madura y reflexiva; si respondemos desde valores meditados; si respondemos al Absoluto...entonces somos libres. Ser libre es poder responder de nuestros actos. Poder aceptar lo que hacemos, aunque la vida nos lo imponga.
Volvió a pararse otra vez contemplando la pequeña línea roja que se pintaba en el horizonte...
- Por eso el cartujo que se encierra en su convento como respuesta a la llamada de Dios, es más libre que el cree que hace lo que quiere, pero no hace más que seguir la corriente...
Y el discípulo sonrió por dentro, pensando:
- Sí, sí. Mucho reflexionar sobre la libertad, pero yo he desgranado el doble de guisantes que él...
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