domingo, 18 de octubre de 2020

A DIOS, EL AMOR




 En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?" Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: "Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto." Le presentaron un denario. Él les preguntó: "¿De quién son esta cara y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César." Entonces les replicó: "Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios."

¿Y qué es lo de Dios? Está claro. El Amor, nuestra entrega. 
"El evangelio de Mateo es el más comentado en la historia de la iglesia y a la vez el evangelio del cual se ha hecho la interpretación más dogmática y espiritualista. Es la primera síntesis de la tradición judía y cristiana que se da después de la destrucción del templo de Jerusalén en la guerra de los años 66-74 d.C. El fragmento que hoy leemos forma parte de la presentación de una serie de controversias entre Jesús y los fariseos (y otros grupos), sobre temas como el tributo, la resurrección de los muertos, el mandamiento principal, el hijo de David... Todas estas controversias tienen como telón de fondo la confrontación de Jesús con la ley romana, en un contexto social en el que se divinizaba al Emperador...
El tema del tributo es muy sensible. Lo sufrían en su carne las comunidades cristianas entre las que se fue elaborando el texto del evangelio de Mateo, bajo el dominio del imperio romano. El pueblo de Israel, siglos antes, había soñado con ser una especie de confederación de tribus, una sociedad estructuralmente igualitaria, en la que el único Señor fuese Dios, el Dios de la liberación. Pero ahora, Israel vive las consecuencias de una monarquía que exprime al pobre para sostener su estructura. Los más pobres eran, efectivamente, los más afectados por la política fiscal, pues la tasación recaía más directamente sobre los que trabajaban la tierra, los campesinos.
Yendo un poco más allá del tributo, fijémonos en la figura del Emperador. Roma cargaba sobre sí la influencia del mundo religioso de Egipto y de Grecia. La relación de los romanos con sus dioses forma parte de la estructura ordinaria y cotidiana de la vida social: se entendía al Emperador como un dios: en ese sentido, Roma era de hecho una teocracia.
Las comunidades cristianas que habían optado por otra forma de entender la relación con Dios, con el Dios de Jesús, con el Abba, no podían entender cómo el emperador se presentaba como Dios, y se enfrentaron a la religión oficial optando por lo alternativo, que en este caso es la propuesta de vida en pequeñas comunidades de hermanos y hermanas.
En este ambiente difícil, la comunidad cristiana rebusca en la experiencia que vivió con el Maestro, y trae al escenario esta frase que ha conseguido ser aceptada como adagio popular: «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Por tanto ya en los albores de la reflexión de la comunidad está la conciencia de que el emperador no es Dios, y nunca lo será, porque Dios es amor, justicia, amor, igualdad... valores ausentes en cualquier imperio, de cualquier época.
Con el correr del tiempo, lo que es alternativo se transforma en oficial, y se hace necesario reemprender el camino de la creatividad, de la renovación, de lo alternativo.
En la actualidad no hay emperadores que se presenten como dioses, pero sí nos encontramos con ciertas estructuras religiosas monárquicas e imperiales que lejos de reflejar la vivencia de la comunión entre los hermanos, pretenden imponer la explotación de los pobres, al mejor estilo del imperio Por eso, al leer este texto desde el hoy, tenemos que decir con voz profética: «a la estructura oficial religiosa lo que es de ella» y «a Dios lo que es de Dios», o sea, «a Dios Padre y a su Reinado toda nuestra entrega y fidelidad».
El evangelio de Mateo con su fuerza eclesiológica renovadora, nos impulsa a trabajar incansablemente por una iglesia más cercana a la propuesta de Jesús, más centrada en las personas, en las relaciones entre los hermanos, y menos pendiente de la norma y estructura, que cuya atención no puede ponerse por encima de la Justicia y de la defensa de los pequeños, los predilectos de Dios." (Koinonía)


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