Habían cenado, y, como de costumbre, esperaban la hora de rezar Completas contemplando el sol que se escondía en el horizonte. Esto marcaba un cambio en el clima. Del fuerte calor del día se pasaba al fresco de la noche en el desierto. En aquellos momentos se levantaba una suave brisa. El Anacoreta dijo:
- Esta brisa me recuerda siempre a Isaías. Salió de su cueva esperando a Dios y lo encontró en la brisa, no en el viento fuerte.
Siguió mirando ensimismado la puesta de sol y añadió:
- No encontramos a Dios porque lo esperamos con una entrada espectacular. Y Dios se manifiesta en lo sencillo, lo humilde, la brisa suave. Sólo si sabemos hacer el silencio en nuestro interior, si sabemos observar los pequeños detalles, lo podemos encontrar...
Muchas veces en estos días de un calor tan sofocante, solo salgo a dar una vuelta con mi perro.a la noche.Y es realmente tan agradable. Esa brisa que corre moviendo las ramas de los árboles, y ese silencio,que siento la presencia de Dios.Y considero que estos paseos son un Regalo del Señor que quiere hacerme feliz y hacerme olvidar el dolor apartándose del ruido del mundo.
ResponderEliminarEn las pequeñas cosas es donde encontramos a Dios.
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