El joven discípulo explicaba al Anacoreta, cómo había buscado la felicidad por todas partes y no la había encontrado hasta llegar al desierto. El anciano le explicó:
- El problema está en que los hombres buscamos la felicidad en las cosas externas. Y la verdadera felicidad se construye en nuestro interior. La has encontrado en el desierto, porque aquí te has descubierto a ti mismo. Has penetrado en tu interior.
Guardó como de costumbre un rato de silencio y luego añadió:
- La felicidad no está en lo que haces, sino cuando descubres el sentido de lo que haces. He conocido personas muy entregadas, que un día te decían que dejaban lo que estaban haciendo, porque se "habían quemado".
Miró a los ojos a su discípulo y concluyó:
- El que se entrega por Amor, el que ve a Jesús en el otro, el que descubre que entregarse es el sentido de su vida, ese no se "quema". Cada día se levanta con fuerzas renovadas y es feliz...
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