Tras el descanso de la fatiga del largo camino, el hombre dijo al Anacoreta:
- Busque donde busque, haga lo que haga, en todas partes encuentro sufrimiento. La felicidad, el placer no duran nada.
El anciano cogió un puñado de arena en sus manos y la dejó deslizar suavemente entre sus dedos. Luego dijo:
- Todos buscamos el placer, pero olvidamos algo muy importante. Que tanto el dolor, como el placer, forman parte de la vida. Y casi siempre están inseparablemente unidos. El amor hace sufrir.
Miró al horizonte y concluyó:
- El sufrimiento nos hace madurar y nos conduce a la verdad. Tanto las alegrías como las penas suceden por algún motivo; pero sólo lo comprendemos cuando han pasado. Vive e intenta posicionarte por encima del dolor y del placer. Verás que la felicidad está más allá...
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