Os aseguro que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.
Os he dicho estas cosas por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no usaré comparaciones, sino que os hablaré claramente acerca del Padre. Aquel día le pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré por vosotros al Padre, porque el Padre mismo os ama. Os ama porque vosotros me amáis a mí y habéis creído que he venido de Dios. Salí del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo para volver al Padre.
Jesús nos ha enseñado quién es el Padre. Aquél Dios que para los judíos dirigía ejércitos, aniquilaba enemigos...para Jesús es alguien que nos ama, a nosotros y a todo el mundo. Cuando le pedimos algo y no nos lo concede, es como aquél buen Padre que busca lo mejor para su hijo y no, satisfacer sus caprichos.
Debemos volver cada día a meditar la Palabra de Jesús, para comprender plenamente quién es Dios.
"Mañana celebramos la Ascensión del Señor. Jesús se despide de sus discípulos, es necesario que se vaya para que pueda enviar al Espíritu Santo. Nos vuelve a recordar que no estamos solos, que podemos “pedir aquello que necesitemos para que nuestra alegría sea completa”. Bien es cierto que el Padre sabe lo que necesitamos e incluso sabe, mejor que nosotros, lo que más nos conviene. Entonces, ¿para qué pedir? La oración de petición es una verbalización, una forma de expresar al “Padre que nos quiere” -como nos recuerda Jesús en el evangelio-, que estamos en sus manos, que contamos con Él, que queremos que tenga una palabra sobre nuestra vida. La oración de petición nos ayuda a nosotros a tener conciencia de que tenemos un Padre que nos ama y que le podemos confiar hasta lo más íntimo de nuestro corazón. (...)
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)
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