Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.
Jesús, antes de partir, no nos quiere dejar solos y abandonados. Pide al Padre que nos proteja. Quiere que estemos unidos. Estar unidos no significa ser todos iguales, pensar lo mismo...Permanecer unidos es amarnos, respetarnos, considerarnos hijos del mismo Padre.
Jesús no quiere que nos saquen del mundo. El cristiano no debe ser alguien aislado, formando un gueto. Todo lo contrario, debemos participar en la sociedad para hacer de este mundo un mundo mejor. Cuando nos dice que no pertenecemos a este mundo, se refiere a que no podemos integrarnos con un mundo egoísta, que va tras el dinero y el poder. Nosotros no somos de este mundo, pero estamos en él para transformarlo; para que el mundo se transforme en el Reino. Para ello debemos consagrarnos con la Verdad, es decir con su Palabra. Allí encontramos la fuente para seguir unidos entre nosotros y unidos con Dios.
En ELL,TOTS.,gràcies.
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