El post que iba a escribir hoy lo dejo para mañana. Lo que nos dice Mari Paz en Ecclesalia me ha parecido tan interesante que quiero compartirlo con vosotros.
MARI PAZ LÓPEZ SANTOS, pazsantos@wanadoo.es
MADRID.
ECLESALIA, 31/01/11.- Llego a la conclusión de que sobra la gente. Sobramos todos. ¿Y quienes somos los que sobramos? Sencillamente los que no tenemos la sartén por el mango. ¿De qué sartén se trata?: del poder económico en manos de unos pocos, cada vez menos.
Este pensamiento tan triste me invadió leyendo que un grupo empresarial de medios de comunicación de este país va a reducir su plantilla en unas 2.500 personas (“gente”). Conozco trabajadores (“gente”) de la empresa líder del grupo y lo que me comentan, como la misma empresa publica ostentosamente, es que sigue dando beneficios “económicos”, que desde luego no están destinados a la “gente que sobra” según los criterios de los pocos que manejan el gran cotarro económico-mundial.
Sobran los niños, cuesta criarlos y educarlos.
Sobran los jóvenes que quieren un trabajo digno que les permita construir su vida sin dependencia de sus mayores.
Sobran los adultos que quieren mantener su puesto de trabajo para seguir atendiendo a la familia y pagando la hipoteca.
Sobran los viejos que se dejaron la piel construyendo la sociedad del bienestar y ahora parece que es molesto ocuparse de que estén bien atendidos y cuidados.
Sobran los pobres que caen en la zanja de la exclusión social, que cada día es más ancha y más profunda.
Sobran los emigrantes, salvo que se ajuste al patrón de mano de obra esclava.
Sobran, y mucho, los que denuncian la injusticia, la opresión y la falta de derechos.
Sobran… los que ya no tiene voz, ni ánimos, ni fuerzas.
Pero al mismo tiempo y leyendo las noticias sobre la muerte del Samuel Ruiz, obispo de Chiapas, defensor de los indígenas, recordé una entrevista que le hicieron hace ya bastantes años en televisión, en la que el periodista le preguntó cual era su opinión sobre el capitalismo neo-liberal. Samuel Ruiz, con una voz serena y de forma escueta, se limitó a contestar: “Es la bicha”. La vida de este obispo me elevó el ánimo.
La bicha que decía D. Samuel se está comiendo a la gente que sobra y está engordando a un ritmo peligroso. Imagino que tendrá su sitio en Davos, en estos días que hay que seguir partiendo y repartiéndose la tarta económica mundial.
Menos mal que el pasado domingo escuchamos una vez más a Mateo 5,1-12 que nos repitió, en palabras para el tiempo de hoy: “Bienaventurados los que sobran porque serán acogidos, abrazados y se les dará la creatividad, la fuerza, la solidaridad y el amor que les permita enfrentar a la “bicha”, ayudados por sus pastores que serán la voz principal en el camino de los que no tiene voz”.
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