"Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea.
Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo."
La verdadera FE no es algo que debemos guardar para nosotros mismos. Jesús nos dice que debemos ser sal y luz para el mundo. El discípulo de Jesús no puede encerrarse en sí mismo. A ejemplo de Él debemos luchar por cambiar la sociedad. Ser sal, dar gusto a la vida. Y esto no se hace con palabras, sino con hechos. Con nuestros actos y nuestros ejemplos. Nuestra sociedad cada día está más sumida en la oscuridad. ¿Somos realmente luz para ella como nos pide Jesús? Es muy cómodo quedarnos en dogmas y ritos, pensando que así seguimos a Jesús. Lo difícil es comprometernos sabiendo, que al igual que Él, esto nos puede comportar persecución e incluso la muerte. Pero esto es el auténtico seguimiento: ser sal y luz del mundo.
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