"Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad."
Jesús continúa su oración en la Última Cena". Aquí pide que estemos unidos. Unidos como Dios. Unidos contra el mal. Nuestra unión ha de tener como objeto hacer de este mundo un mundo mejor. Hacer de este mundo un mundo de Amor. No es un unidad para separarnos del mundo, para formar un gueto. Es una unidad que transforme el mundo.
"En la continuidad de la “oración liberadora” Jesús pide al Padre que guarde y preserve en su Nombre a la comunidad discipular. El sentirse elegidos por el Padre y guardados en cohesión comunitaria, garantiza una fe sostenible. Conocer la savia y fuente de donde emana la pertenencia e identidad de discípulos del maestro de Nazaret, es tener la capacidad de hacer memoria, invocarla y asegurarse orientación y lucidez en medio de las tribulaciones. La unidad discipular no es un fin en sí, sino fermento de gozo filial y fraterno. La unidad es en la diversidad, en la confluencia de deseos y voluntades bajo la égida de un mismo propósito y motivación de sentido: vivir con y en la Alegría del Evangelio. Alegría que se asienta en el amor compartido capaz de crear, en un mundo convulsionado y hostil, comunidades sabias y proféticas que, desde el Espíritu de Jesús, permitan construir el otro mundo posible, la sociedad justa. ¿La comunión en la diversidad es lo que nos identifica como discípulos del Señor?" (Koinonía)
Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad."
ResponderEliminarJesús continúa su oración en la Última Cena". Aquí pide que estemos unidos. Unidos como Dios. Unidos contra el mal. Nuestra unión ha de tener como objeto hacer de este mundo un mundo mejor. Hacer de este mundo un mundo de Amor. No es un unidad para separarnos del mundo, para formar un gueto. Es una unidad que transforme el mundo.
"En la continuidad de la “oración liberadora” Jesús pide al Padre que guarde y preserve en su Nombre a la comunidad discipular. El sentirse elegidos por el Padre y guardados en cohesión comunitaria, garantiza una fe sostenible. Conocer la savia y fuente de donde emana la pertenencia e identidad de discípulos del maestro de Nazaret, es tener la capacidad de hacer memoria, invocarla y asegurarse orientación y lucidez en medio de las tribulaciones. La unidad discipular no es un fin en sí, sino fermento de gozo filial y fraterno.