viernes, 28 de junio de 2019

DIOS ES AMOR


"Entonces Jesús les contó esta parábola:
- ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra la pone contento sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos y les dice: ‘¡Felicitadme, porque ya he encontrado la oveja que se me había perdido!’ Os digo que hay también más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse." 


La parábola de la oveja perdida que hoy leemos, es paralela a la de la moneda perdida. Con ambas, Jesús nos quiere mostrar que Dios es Amor. Un Padre que busca al extraviado. Un Padre que se alegra del reencuentro. El corazón de Jesús, es Amor. Dios es Amor. Este es el núcleo de la festividad de hoy.
"El evangelio nos coloca delante del misterio insondable de la misericordia de Dios, a través de dos parábolas contadas por Jesús. En ellas se narra la experiencia de la reconciliación del ser humano con un Dios que “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 18,23). Jesús ha contado estas parábolas para explicar su propio comportamiento en relación con los pecadores y perdidos. En estas parábolas se expresa lo más íntimo y decisivo del corazón de Jesús: la misericordia y la gratuidad en favor del ser humano pecador.
Mientras los fariseos y maestros de la ley se mantienen a distancia de los pecadores por fidelidad a la Ley (véase, por ejemplo, lo que dice Ex 23,1, Sal 1,1; 26,5), Jesús anda con ellos, come y bebe y hace fiesta con ellos (Lc 15,1-3). Lo que choca a los maestros de la ley no es que Jesús hable del perdón que se ofrece al pecador arrepentido. Muchos textos del Antiguo Testamento hablaban del perdón divino. Lo que sorprende radicalmente es la forma en que Jesús actúa, el cual en lugar de condenar como Jonás o Juan Bautista, o exigir sacrificios rituales para la purificación como los sacerdotes, come y bebe con los pecadores, los acoge y les abre gratuitamente un horizonte nuevo de vida y de esperanza.
Esto es lo que las parábolas quieren ilustrar; su objetivo primario es mostrar hasta dónde llega la misericordia de ese Dios que Jesús llama “Padre”, una misericordia que se refleja y se hace concreta en el corazón de Jesús, o sea en el principio que orienta y determina la conducta de Jesús frente a los pecadores.
Con toda probabilidad la parábola se inspira en la imagen del “pastor” tan presente en muchos textos del Antiguo Testamento: “Escuchen, naciones, la palabra del Señor; anúncienla en las islas lejanas; digan: El que dispersó a Israel, lo reunirá y lo guardará como un pastor a su rebaño” (Jer 31,10). En la Biblia la imagen del pastor es usada para hablar del cuidado que tiene Dios por su pueblo, mientras las ovejas descarriadas representan a todos aquellos que se han alejado de Dios: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a su redil, oráculo del Señor. Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada; vendaré a la herida, robusteceré a la débil...” (Ez 34,15-16).
En las dos parábolas se desarrolla el tema de la conversión de los pecadores, que tiene lugar en el encuentro con el mensaje y la persona de Jesús que busca a todos los que se han alejado de Dios. El “pecador convertido” del que se habla representa a los publicanos y pecadores que han venido a escuchar a Jesús, a diferencia de los fariseos y escribas que murmuran de él y se quedan lejos (Lc 15,1-2).
Las dos parábolas insisten en la alegría que Dios siente cuando un pecador se convierte. En la primera parábola, la oveja descarriada se pierde “fuera” de casa; en la segunda, la moneda se pierde “dentro” de casa. Los cercanos y los lejanos tienen necesidad de ser buscados y encontrados por Dios. “Todos hemos pecado” (Rom 3,23), dirá San Pablo. Jesús proclama el gozo de un Dios que busca al ser humano para devolverle la vida. Aquella oveja y aquella moneda tienen en común una sola cosa por la cual son objeto del amor misericordioso de Dios: ¡oveja y moneda estaban perdidas!" (Koinonía) 

1 comentario:

  1. "Llavors Jesús els va explicar aquesta paràbola:
    - Qui de vosaltres, si té cent ovelles i en perd una, ¿no deixa les noranta-nou al desert i va a la recerca de l'ovella perduda, fins que la troba? I quan la troba la posa a les espatlles, i en arribar a casa junta als seus amics i veïns i els diu: 'Veniu a celebrar, perquè ja he trobat l'ovella que havia perdut!' Us dic que hi ha també més alegria al cel per un pecador que es converteix, que per noranta-nou justos que no necessiten convertir-se. "


    La paràbola de l'ovella perduda que avui llegim, és paral·lela a la de la moneda perduda. Amb totes dues, Jesús ens vol mostrar que Déu és Amor. Un Pare que busca l'extraviat. Un Pare que s'alegra del retrobament. El cor de Jesús, és Amor. Déu és Amor. Aquest és el nucli de la festivitat d'avui.
    "L'evangeli ens col·loca davant del misteri insondable de la misericòrdia de Déu, a través de dues paràboles comptades per Jesús. En elles es narra l'experiència de la reconciliació de l'ésser humà amb un Déu que" no vol la mort del pecador, sinó que es converteixi i visqui "(Ez 18,23).
    En les dues paràboles es desenvolupa el tema de la conversió dels pecadors, que té lloc en la trobada amb el missatge i la persona de Jesús que busca a tots els que s'han allunyat de Déu. El "pecador convertit" del qual es parla representa als publicans i pecadors que han vingut a escoltar Jesús, a diferència dels fariseus i escribes que murmuren d'ell i es queden lluny (Lc 15,1-2).
    Les dues paràboles insisteixen en l'alegria que Déu sent quan un pecador es converteix. A la primera paràbola, l'ovella esgarriada es perd "fora" de casa; en la segona, la moneda es perd "dins" de casa. Els propers i els llunyans tenen necessitat de ser buscats i trobats per Déu. "Tots hem pecat" (Rm 3,23), dirà Sant Pau. Jesús proclama el goig d'un Déu que busca l'ésser humà per a tornar-li la vida. Aquella ovella i aquella moneda tenen en comú una sola cosa per la qual són objecte de l'amor misericordiós de Déu: ovella i moneda estaven perdudes! "(Koinonia)

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