Aquel hombre explicaba al Anacoreta cómo sus acciones y su vida eran fieles a su ideología y se quejaba de que la gente había caído en el relativismo y no se comprometía con nada.
El anciano movió la cabeza, miró al horizonte y girándose hacia el hombre le dijo:
- Hay dos errores que debemos evitar. Son los dos extremos: el fundamentalismo y el relativismo. Cuando nos hacemos esclavos de la ideología, caemos en el fundamentalismo. Y nuestra acción debe provenir de la sensibilidad, no de la ideología.
Volvió a mirar el horizonte en silencio antes de concluir:
- Las matanzas, las injusticias y las guerras provienen de la ideología, del fanatismo, que ciega a las personas ante la realidad y las endurece...
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